Me senté a ver los Goya sin ninguna intención. Ni buena ni mala. Allí estaban todos, incluido el ministro del ramo que no se escaqueó como hiciera alguna vez su antecesor. Por cierto, había muchos gallegos y, lo más destacado, había muchos políticos conspicuos. De todos los partidos más principales. Estaban, además del ministro de Cultura, la presidenta de Madrid, el presidente del Congreso, Pablo Iglesias, Pedro Sánchez, Albert Ribera y la alcaldesa de Madrid. No sé si fue siempre así u obedece al seísmo que vivimos. Resistió bien el ministro los irónicos dardos habituales. Más tensa vi a su acompañante, que no sé quién era. Está muy bien escogido el nombre de Goya para estos premios, pensé. ¡Qué listas y agudas son las gentes de la farándula y qué conectadas están con la vida del personal! A ver si los políticos aprenden algo. De repente se me vino a la cabeza: ¡Goya ganó un Goya! Cuando Paco Rabal se lo llevó por su interpretación en la película Goya en Burdeos. Fue en 1999, poco antes de morir. Porque yo, que nunca fui capaz de decir dónde estaba cuando murió Kennedy o cuando cayó el muro, si me acuerdo de dónde estaba cuando murió Paco Rabal. Estaba en Burdeos, precisamente donde murió el actor cuando regresaba a España en un vuelo desde Canadá. En Burdeos, donde también murió Francisco de Goya. También Paco. Corría el año 2001 y mi amigo Ángel Ezama, experto patrón y navegante, emprendió un viaje en su velero Scorpio, un Arpege de 9 o 10 metros, que daría la vuelta a la Península. Salió de Vigo, pasó el estrecho al Mediterráneo, entró al Canal du Midi por Port la Nouvelle y llegó a Burdeos para salir al Atlántico y volver a Vigo. El capitán iba cambiando la tripulación en distintas etapas y a mí me toco, justo, la etapa entre Barcelona y Burdeos a donde llegamos, tras navegar casi un mes por los canales, el 29 de agosto de aquel año. Al día siguiente nos enteramos que allí mismo había muerto Francisco Rabal, 173 años después de que también allí muriera Francisco de Goya. Fue viendo la gala cuado se me produjo esta "asociación libre" de ideas, recuerdos y sentimientos. Ahora, cuando lo escribo, la asociación ya no es tan libre, al menos en el sentido freudiano, pero me gustó revivirla.