Hace hoy 42 años un restaurante lisboeta se disponía a celebrar el primer aniversario de su apertura regalando, aquel 25 de abril, un clavel y una copa de Porto a las señoras y señores clientes. Pero amaneció el día con el ejército en la calle y el restaurante no pudo abrir. El dueño del negocio envió a sus empleados a casa y, ya que no habría celebración, distribuyó los claveles entre sus camareros para que se los llevaran. Celeste Caeiro, una de las camareras, cogió su manojo de claveles y salió del restaurante. Al llegar al barrio do Chiado vio los tanques y preguntó a uno de los soldados qué pasaba. El militar le informó que aquello era una revolución y que iban a detener a Marcelo Caetano, al tiempo que pidió un cigarrillo a la mujer. Celeste, que no tenía tabaco, le alargó uno de sus claveles y el soldado introdujo su tallo en el cañón de su fusil. No sabemos que sintió Celeste, pero decidió repartir sus claveles entre los soldados que se iba encontrando y, diríamos hoy, aquel gesto se hizo viral. Brotaron miles de flores en los fusiles y aquel golpe militar, que traería a Portugal la democracia, se llamaría la revolución de los claveles y los poetas cantaron que "hai un Caravel vermello no fusil do militare".

Celeste Caeiro, sin haberlo podido soñar siquiera, puso nombre a una revolución, a un levantamiento militar, que se legitimó porque un colectivo de funcionarios supo utilizar la fuerza delegada a favor del poderdante y, sobre todo y seamos realistas, porque aquella insurrección no solo venció sino que también convenció. Y poner nombre es definir y asumir algo como propio y querido. El gesto de Celeste y del soldado nació de un sentimiento de empatía que, precisamente por elemental en sentido estricto, adquirió un valor trascendente. Un gesto sencillo que, además de expresar una emoción noble y cálida, suscita el debate y la reflexión profunda sobre asuntos tan complejos como la legalidad y la legitimidad, el poder, la fuerza, la dignidad, la igualdad, la violencia o la convivencia en paz.

Qué será de Celeste, me pregunto. Si vive, debe andar por los ochenta y yo creo que el Jefe del Estado Portugués debiera enviar a esta mujer, cada 25 de abril, un ramo de claveles rojos.