Tambores de guerra en el Vaticano. Esto parecen revelar las últimas palabras del Papa dirigidas al Colegio Cardenalicio, denunciando la ruda resistencia de buena parte de la jerarquía católica a la reforma de su Iglesia, fundamentalmente de la propia curia romana. Resistencia "maliciosa, que confunde al diablo con un ángel" llegó a decir Francisco, lo que viene a revelar que la oposición a los designios del Papa pasó de ser larvada a ser abierta. El Papa busca la renovación substancial de la curia a través de reformas reglamentarias muy concretas de los distintos dicasterios. Reformas que están teniendo cada vez más oposición entre los viejos cuadros de la Iglesia, por lo que el pontífice trata de llevar una política de nombramientos, tanto en la curia como en el episcopado, de carácter progresista y renovador. Especialmente trata de remozar el colegio cardenalicio nombrando nuevos cardenales electores, digamos de su cuerda, con el objetivo de garantizar que la elección de un nuevo Papa, en un futuro relativamente cercano, no dé al traste con sus intentos renovadores de hoy y para mañana. Parece que el actual Papa no quiere que se repita la situación de retroceso producida tras la muerte de Pablo VI y del efímero Juan Pablo I, que llevó al papado al polaco Karol Wojtyla. Efectivamente, Juan Pablo II, en su largo pontificado, dinamitó concienzudamente la apertura y las reformas progresistas del Concilio Vaticano II, que impulsara Juan XXIII, combatió las ideas y proyectos más aperturistas y renovadores e hizo retroceder muy notablemente a la Iglesia católica, a pesar de sus esfuerzos proselitistas, más propagandísticos que otra cosa.

La batalla del Vaticano afectará a todos porque las Iglesias, y especialmente la católica, tienen una incuestionable influencia en la opinión pública mundial y una gran capacidad pedagógica sobre millones de personas y de ahí su importancia política, en tiempos especialmente convulsos, conflictivos y violentos. No se trata de tanques o divisiones como se preguntaría Stalin, ni siquiera de recursos o de dinero, pero sí de intangibles muy decisivos que importa, y mucho, con quién se alíen o alineen.