Acaba de publicar un libro sobre la situación del PSOE y la crisis de la socialdemocracia, Los idus de octubre. Reflexiones sobre la crisis de la socialdemocracia y el futuro del PSOE, que le ha devuelto a la escena política. A ello se suma que la figura de Borrell refleja un paralelismo entre las primarias a las que se enfrentará el PSOE el próximo 21 de mayo y las primarias de 1998. Fue candidato en su día frente a la candidatura oficialista de Almunia. No tenía el apoyo orgánico. Y en su caso ganó.

-Usted fue el primer socialista en ganar unas primarias en 1998 frente al candidato apoyado por el aparato, Joaquín Almunia. ¿Se repetirá la misma historia?

-Se está repitiendo.

-¿Hasta qué punto?

-Esta vez corregido y aumentado, con las estructuras dirigentes del partido, salvo la neutralidad del PSC -que también lo fue en el 98- y con una parte muy importante de la gestora, que se supone neutral, apoyando la candidatura de Susana Díaz o de Patxi López. Son muy pocos los cargos orgánicos que apoyan a Pedro Sánchez, y en mi caso fue igual.

-¿Se atreve a aventurar un resultado?

-No. Pero hay una cosa cierta: hace un mes y medio nadie daba un duro por Sánchez y ahora llena donde va. Hay un viento de épica. Cuando Sánchez dijo que iba a recorrer España con su coche se le tomó por loco y le han llovido los insultos más crueles y desconsiderados que ha tenido nunca un político.

-¿Por qué con Pedro Sánchez y no con Susana Díaz o Patxi López?

-Si no se hubiera presentado Pedro apoyaría a Patxi. Pero lo ocurrido con Pedro me hace sentir simpatía por él. Además, es un político con un proyecto renovado de partido más participativo y democrático. No digo que Patxi López no lo pueda representar, pero en este momento la opción es Pedro o Susana, y quien no lo quiera ver allá él, por tanto hay votos que no tendrán más valor que el testimonial.

-¿Hacia dónde debe dirigir su modelo el PSOE?

-El PSOE, como todos los partidos socialdemocrátas está en una crisis profunda. La socialdemocracia representaba el 40% de los votos en casi toda Europa cuando era presidente del Parlamento Europeo y ahora obtiene el 20%. Es un problema de crisis ideológica, de querellas internas, de pérdida de contacto con la sociedad y de una ineficiente selección del personal político.

-Por eso le preguntaba. ¿Qué tiene que cambiar en el PSOE?

-Tiene que ir hacia una mayor apertura y mucha más participación democrática de sus afiliados. Y eso no es podemizarse. Es hacer lo que la juventud pide, que su voz sea escuchada con nuevas formas de organización. Un partido de cuadros, jerárquico, donde el militante no cuenta más que para hacer bulto se acabará extinguiendo como los dinosaurios.

-¿Se ha subestimado el papel de la militancia en esta crisis?

-Completamente, se pensó que bastaba con una decisión del Comité Federal para que todo el mundo se pusiera firme. Pero el problema gordo que hemos tenido es que los dirigentes socialistas no se han dicho la verdad. El Comité Federal aprobó mantener el "no" a Rajoy a propuesta de Sánchez y nadie le llevó la contraria. Fue una unidad de fachada. Al día siguiente empezó el desfile de dirigentes territoriales diciendo lo contrario de lo acordado. Lo critico porque si se estaba en contra de la Comisión Ejecutiva debían haber presentado una moción de censura como dicen los estatutos.

-En el PSOE hay quien defiende a Sánchez solo porque vio en su caída una maniobra fea. ¿Lo fue?

-No fue el procedimiento apropiado. Varias personas organizaron la dimisión de los 17 miembros de la Ejecutiva. Es difícil creer que se les ocurriera a todos a la vez y no es difícil imaginar quienes estuvieron moviendo los hilos. Pero quien lo organizó no se conocía ni siquiera los estatutos del partido. El procedimiento fue estatutariamente erróneo porque los estatutos establecen claramente que si se va la mitad más uno de la Ejecutiva el Comité Federal debe convocar un congreso extraordinario.

-¿Y qué valoración hace de la gestora que se conformó?

-Refleja la mayoría que tiene el Comité Federal. Creo que ha durado mucho la interinidad. Nueve meses es una campaña improductiva e innecesariamente larga.

-¿Es sincero el giro de Sánchez hacia la izquierda o busca captar a los descontentos con el PSOE?

-A Sánchez le han colgado el San Benito de izquierdista, incluso de izquierdista peligroso. Pero si uno lee los documentos programáticos que ha presentado no se ve a ningún peligroso izquierdista. Lo único que dice es que no se puede negar el diálogo a Podemos, un partido con cinco millones de votos la mayoría de los cuales son nuestros. La socialdemocracia tiene que explorar alianzas. Pedro Sánchez está en su derecho de haber evolucionado en sus posiciones aunque haya quien diga que es una pose.

-Recuerda en su libro que la mayor derrota del PSOE no fue con Sánchez, sino con Rubalcaba. ¿Quiere decir que el sector de Susana Díaz ha construido un relato falso para menoscabar la imagen de Sánchez?

-Sin duda, se ha querido mostrar a Pedro Sánchez como el gran perdedor, pero el gran trompazo electoral del PSOE fue en 2011. Luego Sánchez no lo recupera, es cierto. Pero eso de que es un perdedor y Susana Díaz una ganadora no se ve en los resultados. Ella tuvo el peor dato en las elecciones de Andalucía. Pedro Sánchez perdió seis puntos, Susana Díaz cuatro. ¿Perder seis puntos porcentuales es una gran derrota y perder cuatro es una gran victoria? Lo que pasa es que con el sistema territorial la pérdida no se traduce en escaños y hay un partido que permite gobernar en minoría.

- ¿Habrá escisión dentro del PSOE gane quien gane?

-No creo que esto llegue a pasar si todo el mundo respeta las reglas del juego. Pero pretender que todos piensen igual sí que no ocurrirá. Si decidimos que no queremos caudillajes personales, la unidad hay que construirla en torno a un proyecto, no en torno a una persona que reviente.