El psicólogo Marino Pérez Álvarez no resta importancia al uso de las nuevas tecnologías, pero cree que no deben utilizarse para "quitar a los niños de en medio". "La sociedad los somete a un mundo lleno de estímulos, pero luego no tolera que se aburran", advierte.

- Es muy crítico con el Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH). Es un diagnóstico muy frecuente en la infancia, que se extiende a la vida del adulto .

-Engloba casos, muy diferentes y en mi opinión carece de fundamento clínico, está muy mal establecido, no hay una clara delimitación entre lo normal y patológico. Tampoco se puede seguir una evolución de los diagnósticos. Carece además de una base neurológica. Niego que tenga una entidad clínica, no solo yo; una parte de la comunidad médica.

- Sin embargo, está asociado a una fuerte medicación.

-Basada en estimulantes, que puede producir algún aparente beneficio. Se reducen las molestias que pueden causar estos niños a sus padres o a los profesores en clase. Pero a largo plazo, esa medicación tiene consecuencias. Especialmente cuando el problema no tiene que ver con cuestiones neuroquímicas.

- ¿Con qué tiene que ver?

-Es un problema muy heterogéneo. En los últimos años, nuestra sociedad somete a los niños a un mundo lleno de estímulos y distracciones. Aprenden a jugar con juguetes y actividades que les llaman la atención, les divierten, pero no aprenden a establecer relaciones de autocontrol, el hábito de esperar. La sociedad luego es muy poco tolerante cuando, más adelante, en contextos como el familiar y el escolar, esos mismos niños no demuestran una capacidad para soportar situaciones como el aburrimiento. Y después habría que considerar que no todas las personas somos iguales en términos de temperamento, aprendizaje, sensibilidad a los estímulos... Hay diferencias individuales poco toleradas por la sociedad, que trata de controlarlas.

- Un poco incongruente.

-Primero los padres acuden a las tabletas y videojuegos para que los niños estén distraídos, y luego no toleran esa necesidad continua de estímulos. Siguen dándoles tabletas, pero de pastillas.

- Los menores con altas capacidades, los llamados superdotados, terminan englobados dentro del diagnóstico del Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad.

-Son niños que desafían, rompen los esquemas, son molestos para padres y profesores. Caen fácilmente en ese diagnóstico, que es como una losa para el resto de sus vidas, y con el que se pretende controlar algo que tiene su propia virtualidad. Son niños mal atendidos y maltratados, cuando no son enfermos: son como son.

- ¿Cómo podemos enfrentarnos a esta situación?

-Que haya más tolerancia con estos niños no estaría mal para empezar. No niego que algunos aspectos sean problemáticos, pero tenemos que entender que son problemas de conducta, se trata de niños que no han aprendido hábitos de autocontrol, que se aprenden generalmente en el contexto familiar.

- ¿Hay que trabajar con los padres?

-Habría que enseñarles estrategias para suplementar y complementar los aprendizajes que determinados niños no han llevado a cabo. Y también los profesores debieran crear esos contextos para desarrollar hábitos de autocontrol.

- ¿Y respecto a los niños superdotados?

-La sociedad debería saber canalizar y potenciar los aspectos de los niños que se salen del estándar, no debería querer estandarizarlos, porque esos esquemas dejan fuera a la mitad de la población, los que no llegan y los que se pasan.

- No parece que le guste el uso de las nuevas tecnologías por los más pequeños.

-El uso de esas tecnologías no es inadecuado. Las tabletas permiten desarrollar capacidades, como la rapidez, la exploración, el acopio de conocimientos. El problema es que esas nuevas tecnologías se utilicen de forma sistemática para tener al niño distraído y eso excluya otros juegos importantes para su desarrollo, que les permitan interacciones sociales.

- Es algo ya muy normal ver a las familias reunidas, con los adultos hablando y los menores colgados de teléfonos móviles o tabletas.

-Se hace muy necesario que los niños interactúen con los adultos, estar sentados en la misma mesa, esperando el turno de conversación, el turno de los platos, el postre, frente a salir corriendo de la mesa para jugar con la tableta. A veces se convierte en el único divertimento que recibe y puede ocurrir que al final les parezca que el mundo es como una tableta, del que se puede obtener una gratificación instantánea. Y en la vida, las cosas no funcionan así.