El Centro de Estudios Germinal fue, con La Antorcha Galaica del Libre Pensamiento, el faro anarquista de A Coruña en el primer tercio del siglo XX. Defensor de la libertad de pensamiento, el anticlericalismo y las ideas libertarias y societarias, constituyó una referencia fundamental en la ciudad. Cualquier acontecimiento relacionado con la lucha obrera tenía eco en Germinal, que organizaba mítines, conferencias, veladas literarias y musicales, certámenes, excursiones y clases nocturnas para obreros. Poseía la mejor biblioteca privada de Galicia, además de un periódico.

Nació en junio de 1902 como sociedad de estudios filosóficos, científicos y sociológicos Germinal, aunque para todos sería Germinal, a secas, como tantas otras organizaciones similares que proliferaron en el resto de España, alumbradas por el libro homónimo del escritor francés Émile Zola (1885).

A comienzos del siglo XX, A Coruña tenía 50.000 habitantes y una creciente burguesía propietaria de fábricas y negocios vinculados a la actividad del puerto. La ciudad vivía su mayor transformación, mientras el movimiento obrero se organizaba para reivindicar mejoras salariales y laborales. Era una de las ciudades españolas con mayor sindicación proletaria y había sociedades de todo signo, la mayor parte de signo anarquista, en consonancia con la línea que propugnaba la Federación Local Obrera.

A Germinal, aunque libertaria, no podía reprochársele sectarismo. Al contrario, a lo largo de sus 34 años de vida y de los sucesivos cierres gubernativos que padeció en los momentos más convulsos, dio muestras de su pluralismo ideológico, político y sindical a la hora de organizar actos o de invitar a conferenciantes. Tan solo estaban vetados los confesionales y los tradicionalistas.

La propia biblioteca de Germinal era expresión de ese talante abierto. En su creación y sostenimiento pusieron todo su empeño las distintas juntas directivas de la institución, que tuvo su primera sede en el número 37 de la calle del Socorro, en el local de La Antorcha Galaica y, tras pasar por un buen número de traslados debido a dificultades económicas -las cuotas de sus socios eran insuficientes para financiarse- acabó por instalarse en el 8 de la calle del Sol. Allí le llegó el cierre por orden gubernativa en julio de 1936, como ocurriría con otras organizaciones obreras similares. En esos constantes cambios de domicilio, la biblioteca fue también de un lado a otro.

En un informe oficial, en 1923, fue calificada como "una de las mejores de Galicia". "Llegó a ser, con gran diferencia, la mayor biblioteca obrera de la ciudad y, posiblemente, también la más numerosa de todas la privadas coruñesas antes de 1936", señalan los historiadores Carlos Pereira y Ana Romero, autores de un libro sobre Germinal (Briga Edicións, 2003).

Comenzó a funcionar en 1903 con un fondo importante: además de numerosas obras procedentes de donaciones particulares, contó con la colección de libros del periódico ácrata coruñés El Corsario, que había sido clausurado en 1896. A partir de entonces sus fondos no dejaron de crecer. El escritor y político César Alvajar destacaba en 1923 el papel de esta biblioteca en la formación de los obreros y decía que contaba con "varios centenares de volúmenes". Acabó reuniendo más de 8.000 en la República, la segunda etapa dorada de Germinal.

Su fondo provenía de donaciones de los propios trabajadores y de personas tan dispares como los historiadores Martínez Salazar, Manuel Murguía y Francisco Tettamancy; los escritores Eladio Rodríguez, Salvador Golpe o Emilia Pardo Bazán; políticos como Manuel Casás, Eduardo López Budén, Juan Asúnsolo, José Martínez Fontenla, Ramón Prieto Puga o Maximiliano Linares Rivas. También donaron libros el profesor y pintor Román Navarro, el arquitecto Juan de Ciórraga, el abad de la Colegiata Ramón Bernárdez, y hasta el banquero Pedro Barrié Pastor.

El contenido era variado también. Reunía desde novelas de actualidad a clásicos como El Quijote, obras de teatro y ensayos políticos, sobre todo de ideólogos del anarquismo, como Bakunin, Réclus o Kropotkin.

"Germinal se limita, solo y exclusivamente, a propagar la enseñanza por medio de libros, los cuales se hallan a disposición de todos los ciudadanos, cualesquiera que sean las ideas que profesan. Prueba de ello es que la biblioteca de Germinal se ha visto siempre concurridísima, en épocas normales, pudiendo observarse, entre sus lectores, personas de la alta y baja esferas: obreros y patronos, ricos y pobres. Y eso tiene su explicación: En nuestra biblioteca disponemos de infinidad de libros, en cuyo catálogo de autores pueden verse los nombres de los más afamados, desde el más católico al más ateo; desde el Padre Astete hasta Víctor Hugo", escribía el entonces presidente de Germinal en 1921 al gobernador vivil para pedir su reapertura.

El intelectual Emilio González López la cita en sus memorias: "Con la Sociedad de Estudios Germinal tengo la deuda de que me facilitara su biblioteca, que era rica en temas sociales, económicos y filosóficos, como la de mi padre; y también la sociedad me ofreció su sala de conferencias en la que di las primeras de mi vida".

Hoy no queda rastro de esos libros. La dictadura se incautó de la biblioteca Germinal en 1936 y una parte fue encarcelada en los sótanos del Palacio de Justicia, como la del político Casares Quiroga, y otra acabó ardiendo en la pira que organizaron los franquistas. El escritor Manuel Rivas le rinde tributo en su novela Os libros arden mal.