Antón de Santiago llega a la entrevista criticando el tráfico de la ciudad, pero con mucho humor. Se le nota con ganas de comenzar a celebrar los 25 años que lleva montando los clásicos apropósitos del Carnaval coruñés. El cómico promete "muchas risas" con el texto Antroido for President, que presentará hoy (a las 20.30 horas) y mañana (a las 19.00 horas), en el teatro Rosalía de Castro. Las entradas, que oscilan entre los seis y los diez euros, se pueden adquirir en las taquillas del teatro.

-¿Cuándo comienza la tradición del apropósito en A Coruña?

-El apropósito es una historia que nace aproximadamente junto al Círculo de Artesanos, en el año 1847 y que siempre ha estado ligada al Carnaval gallego. Durante los primeros años del siglo XX hubo mucha gente haciéndolo, entre ellos estaba mi abuelo, Santiago Álvarez Nito, que fue alguien que le dio su vida a este género.

-¿Tuvo que sortear la censura durante la dictadura?

-Después de la Guerra Civil, el alcalde Alfonso Molina le pidió a mi abuelo que continuara con los apropósitos, a pesar de la censura del Régimen. Molina tenía bastante caché en El Pardo así que no impidió que siguiese con esta actividad. Eso sí, la censura leía antes el libreto por si había que cortar algo.

-Hubo una época en la que no se hizo el apropósito. ¿A qué se debió el parón?

-Antes del año 1966 se deja de hacer porque dejó de hacerlos mi abuelo y no había nadie que quisiera retomar aquella tradición.

-¿Cómo entra usted en la compañía?

-En 1983 yo estaba en Madrid estudiando canto y el Gobierno local quería reactivar el tema de los apropósitos con un concurso. Como el certamen tenía el nombre de mi abuelo y había que hacer un pequeño sketch de veinte minutos, me presenté. Mi pregunta era: ¿Tendrán los apropósitos gracia en la nueva democracia? Yo había vivido los de la dictadura, con mi abuelo dándole pases de torero a la censura y al final gané el concurso. Al año siguiente, con Paco Vázquez en María Pita es cuando me ofrecen hacerlo y acepto. Y ya llevo veinte, con el que voy a hacer este año.

-¿Qué diferencias hay entre los apropósitos de su abuelo y los que ha escrito usted durante estos años?

-En la época de la dictadura, mi abuelo solía hacer el apropósito como si fuera una revista. Había sketchs, muchas canciones y vedettes. Mi abuelo escribía prácticamente todo en verso y yo no. A mí lo que me gusta es tener un hilo argumental que empuje la obra hasta el final, pero sin cortes. Pero lo clave se mantiene: el alcalde y la gente de la época.

-¿Francisco Vázquez fue un caramelo para hacer sus apropósitos?

-En el primero que hice, en 1984, la verdad es que pasó más desapercibido, pero con el tiempo se singularizó mucho y eso daba mucho juego. Cuando dejó de ser alcalde, con su retiro o exilio político como embajador, pues la verdad es que también me ha servido mucho.

-¿Qué tal le sentaba al ex alcalde ese retrato que le hacían?

-Al principio, los políticos eran muy idílicos y nos decían que les diéramos caña. Luego hubo una etapa en la que no les gustó tanto y hubo algunas broncas. En los noventa, con el concejal Palau [Juan Manuel Iglesias Mato], las cosas volvieron a ser como tienen que ser, que el Ayuntamiento auspicie los apropósitos de la compañía de Nito. Francisco Vázquez no iba, aunque su madre sí y seguro que algo le contaba.

-¿Javier Losada da tanto juego como Vázquez?

-No. Losada tiene que estar porque es el alcalde, pero ahora el juego lo dan los dos por la bronca que se traen.

-¿Qué novedades tiene el apropósito de este año?

-Habrá proyecciones de otros años que he estado seleccionando durante los últimos meses. Por ejemplo, habrá cosas de Recortes del Faraón, un apropósito que presenté vestido de Faraón por unas obras que Vázquez encargó a Bofill padre con unas columnas impresionantes. Y habrá canciones como Francisco Alegre, en versión despechada de Losada porque Vázquez sale en todas las placas de la ciudad.

-¿Recuerda algún apropósito con especial cariño?

-Me gustó mucho el de 1989, el del cuarto centenario de la heroicidad de María Pita que se llamó P.P.V: adicto a la heroína. También recuerdo los dos primeros de los noventa, uno sobre Colón y otro sobre el coñazo que dieron con el Xacobeo.