"Cuando yo tenía diez o doce años las madres nos decían a mí y a mis amigos que no excavásemos o hiciésemos una hoguera cerca de nuestra calle porque, si no, venía un guardia y te reñía", recuerda José Naya, un joven de la calle Amapolas, en el Barrio de las Flores. Leyendas de este tipo corrieron durante años por esta zona de la ciudad debido a que bajo tierra se oculta una gran tubería por la que hoy en día circulan siete millones de toneladas de petróleo cada año.

La Xunta creó en 1993 la entidad Galioil para buscar crudo en Galicia. No tuvo éxito, por lo que el único oro negro que hay bajo tierra por ahora en esta comunidad procede de otros países y lo procesa Repsol YPF en la planta de Meicende, con dos tercios de su superficie en A Coruña y un tercio en Arteixo.

Las instalaciones de la refinería, que están valoradas en 108 millones de euros según la última evaluación del catastro, cumplen este año su 45 aniversario, al mismo tiempo que la empresa se prepara para afrontar el traslado de su terminal marítima al futuro puerto exterior de punta Langosteira.

La desaparición de las instalaciones de la refinería en el puerto también supondrá dejar inutilizado el oleoducto que atraviesa siete barrios -A Grela, la primera y segunda fase de Elviña, las Flores, Eirís, Castrillón, Os Castros y Casablanca- y que constituye la mayor fuente de riesgo de la ciudad. De hecho A Coruña es la única ciudad de Galicia bajo la que pasa una conducción de este calibre y también es la única de estas características que existe en núcleos urbanos de más de 50.000 habitantes en toda la Unión Europea.

El oleoducto une la refinería con el puerto petrolero a lo largo de 6,4 kilómetros. Realmente es un poliducto pues consta de 14 tuberías con un diámetro que va desde los quince a los sesenta centímetros. Por un tubo, el de mayor anchura, circula el crudo descargado por el barco en el puerto hasta la refinería y por los otros va de regreso, después de ser transformado en gasolina, gasóleo y otros productos. Los siete millones de toneladas suponen al día 20.000 toneladas de producto petroquímico en trasiego.

Los residentes en la ciudad apenas son conscientes de que caminan sobre petróleo día a día. El oleoducto está bajo tierra excepto en un extremo, en Casablanca, cerca de la vía del tren. Pero la conducción está perfectamente señalizada en todo su recorrido: pequeños postes a franjas negras y amarillas y otros más altos, metálicos y de color teja, que incluyen una advertencia: "Antes de excavar, llámenos". Una de las zonas donde se pueden observar estos postes señalizadores está delante del barco que decora el jardín de Alfonso Molina.

Todo el itinerario de esta conducción está en permanente vigilancia. Hay cámaras de vídeo en varios tramos -observan hasta a las ovejas que pastan junto a la iglesia de San Cristóbal, por donde pasa la conducción- y además unos guardias jurados recorren toda la ruta tres veces al día -hasta los años ochenta lo hacía la propia plantilla de la refinería-.

Técnicos de Repsol también efectuaron en 2005 un mantenimiento preventivo y una reparación de varios tramos de esta tubería mediante unos sensores de última tecnología. Desde 1993 se realiza este chequeo una vez al año.

A finales del año pasado, además, Repsol realizó la mayor revisión técnica de su historia, una parada gradual en cada una de sus trece unidades y equipos auxiliares, sin interrumpir la producción.

La refinería ha tenido un papel fundamental en la historia de la ciudad como motor de su economía. Su construcción en A Coruña fue celebrada como un premio Gordo de lotería, dio trabajo a centenares de vecinos -hoy en día tiene un millar de empleos entre directos e indirectos-, pero también ha condicionado su fisonomía, el diseño de sus urbanizaciones, viales y jardines, a causa del oleoducto que la une al puerto y que hasta tiene una calle dedicada.

Estas conducciones subterráneas fueron tenidas en cuenta a la hora de construir pisos para no levantarlos justo encima -en el Barrio de las Flores lo tienen a escasos centímetros-, aunque sí atraviesan por debajo de infraestructuras como calles, avenidas, la vía del tren e incluso un campo de fútbol, el de Elviña.

Los vecinos de O Castrillón llegaron a recoger firmas y organizar manifestaciones entre 2002 y 2003 para exigir al Ayuntamiento la eliminación del trazado y del muro exterior que lo protege porque dividía el barrio en dos y dificultaba las comunicaciones. Repsol expuso la imposibilidad de esta obra y se optó por rebajar dicho muro en algunos tramos.

Esta muralla se construyó en su día cuando se ejecutó la avenida de los Caídos, para contener la tierra después de rebajar la cota del monte. También se ha tenido en cuenta la presencia oculta de esta conducción cuando se construyó el túnel de Eirís debido a su proximidad. En este caso también esta obra ha influido en el propio oleoducto, pues en algunos tramos llega a tener más de dos metros de altura respecto a la rasante de la calle.

La planta de Repsol aún hoy en día es vital para muchas economías, tanto familiares como de la Administración. Los Ayuntamientos de A Coruña y Arteixo han llegado a enfrentarse ante los tribunales en disputa por el cobro del Impuesto de Bienes Inmuebles (IBI) que les corresponde -toca más a la urbe coruñesa porque aún no se ha efectuado el deslinde-.

El catastro subió el valor de las instalaciones de 98 a 108 millones de euros y Repsol solicitó al Concello coruñés una rebaja pero éste rechazó la petición y este año le cobrará 1,6 millones de euros por este impuesto. La multinacional también es, por su actividad de carga y descarga en la terminal marítima, la mayor fuente de ingresos de la Autoridad Portuaria. También es uno de los clientes que más agua consume de Emalcsa en la comarca: en 2006 gastó 2,5 millones de metros cúbicos, aunque la refinería asegura que ha reducido un 32% el consumo en los últimos años.

El oro negro dejará de circular por las tuberías próximamente: en 2012 está previsto que terminen las obras del puerto exterior, cuya justificación de más peso para su construcción fue precisamente que supondrá la eliminación del peligro de la terminal petrolera y del oleoducto tan cercanos a las viviendas. Repsol se trasladará a Langosteira y construirá otro oleoducto, de unos 3,6 kilómetros, que obligará a expropiar 120 fincas. La refinería, en lo que fue un verde valle de Bens y Nostián, fue construida en su día en un tiempo récord de 19 meses.

El dictador Francisco Franco, ministros y autoridades militares y civiles inauguraron las instalaciones el 11 de septiembre de 1964. Tres años antes el ministerio había autorizado a las compañías Marathon Oil e Ibérica de Petróleos (Petrolíber) a construir y explotar la refinería. El Gobierno no decidió hasta 1962 la ubicación en A Coruña de la planta. Entonces el oleoducto tenía sólo ocho tuberías.

El presupuesto de la época fue de 1,2 millones de pesetas. El primer buque que descargó crudo en el muelle fue el Valmaseda, procedente de Libia. La primera producción llegó a los 1,2 millones de toneladas.