El verano del año 2007 marcó un antes y un después en la historia del botellón coruñés. Durante aquellos meses, la plaza de Azcárraga se convirtió en el lugar preferido por los jóvenes para concentrarse durante las noches y consumir alcohol, lo que llevó a que algunas noches llegaran a concentrarse en torno a 4.000 personas en ese espacio. Las molestias generadas a los vecinos por el ruido y los desperfectos, así como por la suciedad acumulada derivaron en protestas que acabaron por convencer al Gobierno local de que era necesario preservar esa plaza de la práctica del botellón.

Así comenzó una dinámica itinerante que ha acabado por trasladar el problema de un lado a otro de la ciudad cuando las reuniones son prohibidas en un punto ante la presión vecinal. Un lugar relativamente cercano a Azcárraga tomó el relevo para congregar a los jóvenes, la plaza del Humor, donde ya era habitual el consumo de alcohol al aire libre, aunque no de forma tan masiva. El otoño fue especialmente agitado en esa zona de la Pescadería, cuyos habitantes también lograron finalmente que el Ayuntamiento diese a la plaza la calificación de zona de especial protección, lo que impide las reuniones nocturnas multitudinarias.

En su afán por continuar buscando emplazamientos céntricos para llevar a cabo sus concentraciones, los asiduos del botellón optaron entonces por la plaza de Santa Catalina, cuyos vecinos desarrollaron protestas en marzo de 2008 ante los continuos destrozos y alborotos que allí se causaban. El inicio de la reforma de la plaza aparcó el problema durante algunos meses, aunque incluso durante las obras hubo jóvenes que se reunieron allí. A finales de 2009, el Concello protegió el lugar contra estas concentraciones, que siguen desarrollándose pero con una menor afluencia de personas.

Expulsados de la Ciudad Vieja y de la plaza del Humor, los jardines de Méndez Núñez se convirtieron en 2008 en el principal refugio del botellón, ya que cada semana se dan cita allí centenares y hasta miles de jóvenes, con un impacto visible sobre esta zona verde. La declaración del lugar como Bien de Interés Cultural, ya solicitada por el Ayuntamiento, es la vía legal para impedir esas reuniones, que a buen seguro seguirán su peregrinar por la ciudad cuando sean prohibidas allí.