Instalar dobles ventanales, cambiar la distribución de las habitaciones, denunciar a los locales de ocio y los jóvenes que hacen botellón o reclamar pantallas acústicas son algunas de las medidas que adoptan los coruñeses para protegerse de la contaminación acústica. Un problema que tiene su origen en el tráfico, la vida nocturna o incluso la actividad industrial, y que condiciona la vida de los vecinos y los comerciantes de la ciudad.

Hay una zona de A Coruña en la que los vecinos han notado una mejoría importante en los últimos años, gracias a la desaparición del botellón. Blanca Villalta, que vive en un sexto piso de la plaza del Humor, narra que la zona "ha pasado de ser un tormento a partir de mediados de semana, lo peor de A Coruña, a tener tranquilidad total y ser un lugar ideal para vivir".

Villalta lleva más de tres décadas viviendo en la plaza y explica que los botellones se iniciaron en el 2000, se intensificaron hace unos ocho o nueve años, cuando vivir allí fue un "infierno", y desde 2009, aproximadamente, ha vuelto la tranquilidad. A raíz de las protestas de los vecinos, afirma Villalta, se empezó a cumplir la normativa municipal y se eliminó el botellón. La asociación de vecinos del Distrito 1 señala que sigue existiendo problemas de ruidos en algunas calles cercanas, como el callejón del Ángel.

En el Orzán, otro barrio tradicionalmente afectado por el barullo del ocio nocturno, la situación mejoró y volvió a empeorar. Según la presidenta de la asociación de vecinos, Aure López, el estatus de Zona Acústicamente Saturada (ZAS) "no se cumple desde hace dos o tres años", y se permite la apertura de nuevos locales de hostelería, alguno de los cuales tiene "la terraza en pleno auge a las dos de la mañana".

López estima que el problema es tan grave como hace una década en la propia calle del Orzán y su pasadizo, Sol, Cordelería y Juan Canalejo. La representante vecinal, que considera que "lo único que ha sido efectivo" ha sido denunciar por vía judicial, insta al Gobierno municipal a "ir a temas más concretos y no andar por las ramas".

El fenómeno del ruido condiciona no solo la vida de los vecinos, sino los planes de los establecimientos comerciales. El hotel El Nido, en San Andrés, ha tenido que invertir en nuevos ventanales para minimizar la contaminación acústica y ahorrar molestias a sus clientes. "Somos una calle de paso" explica un trabajador "y la gente hace ruido cuando va y vuelve de fiesta" entre el jueves y el sábado.

Además, hay ruido constante de tráfico, pero los focos más destacables son los de los vehículos de servicios. En torno a la 01.30 horas pasa el camión de las basuras, y a las 07.00 horas, los vehículos de limpieza de las vías.

Los llamados chalés de Aluminios, situados en Bens y a poca distancia de la refinería, sufren a todas horas el ruido de fondo de los procesos industriales. Una mujer que lleva viviendo allí más de cuarenta años, miembro de la comunidad de vecinos, ha logrado tranquilidad al precio de insonorizar su vivienda: "poniendo dos ventanas y cuatro cristales se lleva mejor", resume. Aún así, a veces la despierta un "ruido tremendo", sobre todo de noche, que achaca a averías o cambios de máquinas.

El paso de camiones y coches ante la casa "se lleva bien" en comparación con el ruido y, sobre todo, los olores y el miedo a los incendios. La vecina destaca que Repsol se porta "muy bien" con los habitantes de los chalés y realiza para ellos "todo lo que le pedimos". Otra vecina añade que "se deberían medir" el ruido de sus actividades, que "en muchas ocasiones sobrepasan lo permitido", según afirma.

Las áreas con más decibelios del mapa de ruidos de A Coruña coinciden con las principales vías de transporte. Subiendo por una de las arterias de la ciudad, la avenida de Finisterre, un hostelero cuyo negocio da directamente a la calle y vive en un piso bajo minimiza el problema del tráfico. El ruido es el "normal", y si se está acostumbrado "no se nota". Pero, señala, la situación empeora un poco más arriba, en la conjunción con la ronda de Nelle.

Mari de la Torre, que vive en uno de los edificios pegados al viaducto del cruce de la avenida de Finisterre y la ronda de Nelle, critica a esta infraestructura por ser un "foco de infección" y señala que el ruido del tráfico es continuo y genera "mucha molestia", sobre todo a las horas punta, a media tarde y al principio de la noche. La distribución interna de los pisos influye: los vecinos con dormitorios que dan a la calle lo llevan peor que aquellos que duermen en habitaciones sin salida a la ronda. Uno de los locales de la zona recuerda que hubo un proyecto para eliminar el viaducto, pero que se abortó en la época del bipartito.

El problema se repite en otros barrios. En la cuesta en la que comienza Alfonso Molina viniendo de Linares Rivas cruza un flujo constante de vehículos, que se acercan o alejan del centro a velocidad considerable y a muy poca distancia de las casas. Es imposible hablar por el telefonillo o por teléfono a menos que el semáforo los tenga. Gonzalo Díaz Nosty, que vive en uno de los primeros portales de la avenida, cuenta que ha distribuido su piso para alejar el dormitorio de la fachada principal de su edificio. "De día ruido hay, pero la habitación que da Alfonso Molina es el comedor, y entre la televisión y demás no se nota tanto", explica. Pero en una habitación con ventanas que den a la avenida "dormir es imposible", como pudo comprobar en una ocasión en la que tuvo que trasladar de sitio la cama al pintar el dormitorio.

La trabajadora de uno de los negocios del inicio de Alfonso Molina señala que tiene que mantener siempre la puerta de su local cerrada. Si está abierta, el ruido del tráfico molesta al conversar o hablar por teléfono a la altura desde el mostrador, aunque este se encuentra a varios metros de la entrada.

Las molestias continuas por el tráfico se repiten en el barrio de Os Castros. Pablo Ferreiro, a sus más de treinta años, lleva viviendo "toda la vida" en un primero situado en la avenida del Ejército. La solución para poder vivir con tranquilidad ha pasado por instalar un doble ventanal, y "el tráfico se escucha aún así" como murmullo de fondo tras los cristales, y aumenta cada vez que pasa un camión o un vehículo de grandes dimensiones. Ferreiro recuerda que los vecinos propusieron instalar pantallas acústicas en el viaducto del inicio de la ronda de Outeiro, aunque el proyecto nunca llegó a materializarse.