Dentro de un espléndido programa, es preciso destacar dos obras cuya dificultad para una agrupación de instrumentos de aliento (sin violines ni violas) y el modo como fueron tocadas, demuestran la altísima calidad de nuestra Banda Municipal.

El precioso intermedio de Cavalleria, en su versión original se basa sobre todo en las cuerdas; y la maravillosa obertura-fantasía de Chaikovsky parece casi imposible de interpretar sin una nutrida orquesta sinfónica con los arcos como protagonistas. En Cavalleria, parecían escucharse los violines, tal fue la calidad de la versión. (Solo una pregunta: ¿por qué suprimir la breve sección central que precisamente interpretan las maderas?). En cuanto a Romeo y Julieta, ya desde los sombríos acentos del comienzo (maravilloso metal grave junto con violonchelos y contrabajos) se advirtió que estábamos ante una versión impresionante. Hubo muchos bravos; pero, acaso, insuficientes. José Luis Represas ha estado soberbio; y no puede negársele una parte muy importante en el brillante momento actual de la agrupación. El Concierto para trompeta y banda sinfónica es una excelente muestra de su talento para manejar los timbres instrumentales. El solista, Rubén Simeó, estuvo soberbio; ofreció un bis -variaciones de J. B. Arban sobre un tema de El Carnaval de Venecia, de Johann Strauss- para corresponder a los aplausos del público. Hubo, además, mucha música gallega: transcripciones de Os teus ollos, de Chané; de Rosa de Abril, de Gaos; y de la suite, extraída de la zarzuela, A lenda de Montelongo, de Bernardo del Río. Ésta, ofrecida como bis, enardeció al público con sus preciosos motivos gallegos. Debería mencionar a muchos solistas en un programa tan difícil. Al menos, permítaseme citar a tres: la arpista, Alba Barreiro; el timbalero, Antonio Agra; y el requinto, Marcos Represas.