Desde el día de su inauguración la plaza de Tabacos nunca pareció nueva, siempre adoleció de adoquines rotos, pivotes tirados y árboles arrancados por los coches que aún no le habían tomado la medida a la entrada del aparcamiento. Para que las piezas rotas no molestasen a los viandantes alguien se tomó ayer la molestia de retirar los trozos de adoquín rojo del suelo y los colocó sobre uno de los bancos de piedra que hay en la plaza. Como por la tarde llovía nadie se paró a descansar en el asiento, así que, allí se quedaron los adoquines separados del suelo. No hubo solución, sin embargo, para el cristal que protege uno de los escudos históricos de Tabacos, que lleva años roto.