Primera vez que nos visita la Joven Orquesta Nacional. Y lo hace además trayendo como intérpretes a siete instrumentistas gallegos. Una notable representación sobre un total de noventa músicos procedentes de todas las regiones de España, que son los que han venido a este primer concierto en A Coruña. Impresionante acogida de la ciudad: a pesar de la radiante y calurosa jornada de julio y de la hora relativamente temprana (19.30), la sala del palacio presentaba un aspecto espléndido. Tampoco podrán quejarse los jóvenes intérpretes de las manifestaciones de entusiasmo de un público heterogéneo, con marcada presencia juvenil; tan cálidas como la tarde misma.

La primera obra, de algo más de veinte minutos de duración, es sobre todo un collage musical, confeccionada con retazos de compositores del siglo XX, como Scelsi, Zimmermann, Xenakis, Ligeti, Lachenmann y Sciarrino. Únanse a ellos a Richard Strauss con el célebre pasaje de las trompas de su Don Juan, y al cubano Moisés Simons con su rítmica rumba, El manisero, y habremos completado casi por entero la obra. ¿Y qué hay de Martínez de León?

Además del ensamblaje de tan dispares elementos, tal vez haya tenido a su cargo la parte más invisible y rutinaria de una partitura que así, de un modo algo esotérico, la define su autor. Hay tiempo en esos veinte minutos largos para presenciar algunos juegos de manos; globos de sugerente color rosa que se sueltan o se hacen explosionar; muestra de carteles con números (hasta ocho) indicativos de las actitudes que ha de adoptar el público y de las citas de los compositores mencionados; y desfile final de todos los instrumentistas al ritmo contagioso de la música cubana. Con todo, hubo muchos aplausos y exclamaciones de entusiasmo.

Si la obra de Martínez de León es un collage, la de Mahler es una verdadera cosmogonía, un universo, tal como él calificó sus sinfonías. Aquí no hay ni rutina ni invisibilidad, sino gran música; y, en ocasiones, como en el cuarto movimiento, música excelsa, maravillosa, que acaso haya sido el gran momento de un notable concierto. No diré que todo haya estado perfecto; pero, en conjunto, y teniendo en cuenta sobre todo la complejidad y dificultad de la partitura, la Jonde realizó una lectura excelente, dirigida con mano firme y gesto amable por un veterano maestro alemán, Lutz Köhler, que hubo de saludar repetidas veces y se mostró muy satisfecho de la actuación de los muchachos y de la acogida de un público que se mostró en verdad entusiasmado. Pues ahora la Jonde ya sabe el camino.