El Rupel, una de las más de 30 embarcaciones que fondean desde el jueves en el puerto con la Regata de Grandes Veleros, es un velero belga que lleva el nombre del río que pasa por su ciudad de origen. Su tripulación se compone de trece miembros, aunque lo ideal para su tamaño, explica su capitán Jan Vandenborne, serían doce. Fue construido entre 1991 y 1996 con el objetivo de dar trabajo a parados de larga duración. Su participación en las Tall Ships Races forma parte de un proyecto social, ya que algunos de sus tripulantes son jóvenes que vienen recomendados por servicios sociales. Su capitán cuenta que el trabajo en un barco de menor tamaño hace que sus navegantes participen en todos los aspectos de la vida a bordo, lo que les proporciona una experiencia más completa que la de aquellos que viajan en barcos más grandes, en los que la especialización es mayor.

Cuando estos buques no están participando en la Regata de Grandes Veleros, algunos de ellos actúan como buque escuela, como el noruego Christian Radich entre los meses de agosto y mayo. Su capitán, de origen finlandés, explica que el principal objetivo de la embarcación es enseñar a los jóvenes a navegar, por lo que se encargan de tareas como el manejo del timón y de las velas, incluyendo guardias de cuatro horas con descansos de ocho. El Christian Radich lleva a bordo a 80 aprendices, la mayoría de los cuales, a pesar del gran tamaño del buque, duermen en hamacas, aunque cuando más apelmazados lo hacen es cuando el barco se encuentra en el puerto, ya que durante la navegación siempre se encuentra de guardia un tercio de ellos. Este velero, cuenta el capitán, tiene el honor de ser el que tiene la tripulación más internacional de esta edición de la regata.

Una de las tripulantes del velero neerlandés Morgenster, que fue reconvertido de un barco de pesca, explica que esta experiencia les enseña "cómo formar equipo con gente a la que antes ni siquiera conocías". El buque cuenta con 36 aprendices, muchos de los cuales es probable que acaben convirtiéndose en tripulación permanente y capitanes, según explica Paul Thompson, director comercial de Sail Training International, la compañía que organiza la Regata de Grandes Veleros.

La jornada de ayer estuvo marcada por el desfile de tripulantes, que discurrió desde los jardines de Méndez Núñez hasta la plaza de María Pita, donde se entregaron los premios de la regata. El premio para el primer velero en cruzar la meta, al margen de los factores de corrección, fue para el Spaniel, mientras que los galardones por clases fueron a parar al noruego Statsraad Lehmkuhl, al Jolie Brise, al St Iv y al Politechnika. La Torbay Cup, un premio personal para el que más logros personales haya conseguido, fue a parar a Peter Threipland, un joven de 16 años que viajaba a bordo del Lord Nelson y que padece dislexia severa.

El Friendship Trophy, el galardón más deseado por los participantes, ya que el ganador lo eligen por votación los componentes de las tripulaciones y premia la integración del espíritu de la regata, que es la amistad, fue a parar al velero polaco Fryederyk Chopin.

Los visitantes podrán visitar estas y otras embarcaciones hasta esta noche, ya que mañana las tripulaciones prepararán los buques para el desfile de salida, que discurrirá por la ría de A Coruña a partir de las 12.00 horas. Los mejores puntos para observarlo son Adormideras, la península de la Torre y el monte de San Pedro.