De mis primeras escapadas juveniles a Bilbao desde San Sebastián, lo que más me impresionó fueron las pestilentes aguas de color chocolate, que serpenteaban por la capital vizcaína bordeando una margen izquierda salpicada de obsoletos tinglados portuarios, hasta su desembocadura al mar. Siempre recordaré ese Bilbao de los años sesenta del siglo pasado, como una ciudad oscura y triste, eso sí con un pasado industrial poderoso.

En una reciente visita, coincidiendo con un agradable día primaveral, me senté en un banco de la margen derecha justo enfrente del Guggenheim y el escenario que me rodeaba era totalmente diferente. Embarcaciones deportivas a remo surcaban las aguas cristalinas de la Ría y en los bordes se sucedían generosos espacios públicos ajardinados recorridos a pie o a pedal por numerosos ciudadanos. Bilbao desprendía colorido y trasmitía alegría.

¿Qué ocurrió para que una ciudad portuaria tan deprimida, sufra una metamorfosis tan radical, estudiada y reconocida internacionalmente?

En los años 80 del siglo pasado la crisis industrial, amenazaba con arruinar el motor económico de Euskadi con la consiguiente degradación de la propia ciudad. Preocupados los políticos, entre otras actuaciones, decidieron eliminar las obsoletas instalaciones portuarias de la cuenca del Nervión y desplazarlas al exterior de la Ría -¿les suena esta operación?-.

Para gestionar los espacios urbanos liberados por el puerto exterior, se creó una sociedad anónima de capital público en 1992. Así nació Bilbao Ría 2000, como herramienta para trasformar urbanísticamente Bilbao y su entorno, concibiendo un nuevo modelo de ciudad. Bilbao Ría 2000, nace por acuerdo entre las administraciones vasca y central, componiendo su accionariado al 50% entre las dos. Gobierno Vasco, Diputación foral de Vizcaya y Ayuntamientos de Bilbao y Baracaldo, por parte vasca, y Ministerio de Fomento, Adif y Autoridad Portuaria de Bilbao, por la central, pusieron sus respectivos terrenos en desuso a disposición de la sociedad, para urbanizarlos, venderlos en su caso, y con las plusvalías obtenidas ejecutar obra pública al servicio de los ciudadanos, sin recurrir a los presupuestos públicos de sus socios.

Bilbao Ría 2000 empezó con un capital de 1,8 millones de euros y al cabo de veinte años de funcionamiento la inversión rondaba los 1.000 millones de euros en espacios urbanos al servicio y disfrute de los ciudadanos, en una movilidad sostenible basada en el metro y el tranvía, así como en la regeneración medioambiental de la ría y sus márgenes, que han transformado la ciudad de Bilbao en una nueva metrópoli. Transformación urbana reconocida por la novena Bienal de Arquitectura de Venecia, concediéndole el premio al mejor proyecto urbanístico de ciudad. Y, ¿saben lo que más valoraron los miembros del jurado?.... Pues algo tan de cajón como "la peculiar y poco frecuente unión entre varias administraciones con un objetivo común en el proceso de recuperación y regeneración de la cuenca del Nervión."

¿Se enterarán algún día el Concello y la Autoridad Portuaria que el camino es la cooperación y no el enfrentamiento?