Es uno de los solares abandonados más célebres de la ciudad. Por lucir ante las miradas de todos en pleno centro, por ser también una de las banderillas clavadas en San Andrés, una calle en la que aún resuenan ecos del esplendor comercial y arquitectónico de otra época pero que se tambalea hacia la decadencia. El Colexio de Arquitectos de Galicia acaba de premiar un proyecto pensado para su reactivación, para ser un hito urbanístico, un polo de actividad para que la vía emerja en un futuro más esplendoroso del que se le augura. La arquitecta Sandra González Álvarez, que presentó esta idea como proyecto de fin de carrera, imaginó un laboratorio de fabricación (Fablab), como los que existen en más 250 ciudades en todo el mundo, con ocupantes que puedan participar de lo que pasa en la calle y que abra lo que ocurre en su interior, con transparencia extrema, a los vecinos, como parte de la actividad de la ciudad y la sociedad.

La Escuela de Arquitectura les propuso este solar como espacio de creación. La arquitecta de origen ourensano, que hoy desarrolla su trabajo en un estudio propio en Federico Tapia, se planteó si sería capaz de crear, con una esta nueva pieza urbana, un foco de actividad "para tratar de revivir" un lugar "de gran importancia en tiempos pasados pero que hoy se encuentra el decadencia". Observó además cómo este "vacío histórico" en medio de la calle, remarcado por la medianera, se apreciaba "a lo largo de todo el recorrido desde la plaza de Pontevedra". Una esquina pues, importante, que se convertía a su entender en una "oportunidad" para "marcar un hito en la ciudad". También para sacar de la oscuridad a la maltratada Mantelería, cuya mitad más próxima a San Andrés alberga un montón de contenedores, foco de atracción de miccionadores callejeros, del que se quejan desde hace años vecinos y hosteleros.

La creación de Sandra González distinguida en los XVII Premios COAG busca integrar un nuevo uso "que dinamice la zona" y "ofrecer una nueva percepción de la ciudad". Es una idea para un proyecto fin de carrera sobre un solar que no es público y que tiene, hoy en día, un futuro incierto. La última información de la zona data de agosto de 2013. El Gobierno local denegó el permiso de obra por falta de actividad de la empresa promotora.

La construcción de la esquina de Mantelería estaba prevista para abril de 2004, un edificio con garaje, locales comerciales y 32 viviendas. En ese año la empresa aseguró que comenzaría a obrar en un plazo de tres meses, pero nunca llegó a completar el paso previo a la llegada de las grúas, el proyecto de compensación.

El Concello no volvió a tener noticias de la junta de compensación ni ser capaz de localizarla desde el año 2008. La promotora era la salmantina Verona Norte (participada por el ex presidente del desaparecido Salamanca), que fue liquidada en octubre de 2014, por lo que el solar estará ahora en otras manos.

Un espacio de oportunidades

Sandra González pensó para esta zona lo que se conoce como un Fablab, concepto nacido en el MIT a principios de los años 2000, que define un espacio de producción e innovación que ha de estar fuertemente vinculado con la sociedad, llevando los medios de producción "a toda la masa". Cada año aumentan de forma exponencial, explica. Hay 253, agrupados en una red, la Fab Foundation, en todo el mundo.

Los diseños e inventos que en ellos se crean se comparten a través de la red y se dejan disponibles para otros usuarios. "Una de sus premisas es dejar atrás el hazlo tú mismo para dar paso al hazlo con otros", añade. Se convierten, además, en bibliotecas de alfabetización tecnológica, permitiendo que los últimos avances lleguen a toda la sociedad. Otra de sus oportunidades es que posibilita unir disciplinas y romper barreras entre el arte, la tecnología, la ciencia y la sociedad.

Sandra González se propuso, a través de la arquitectura, llevar este concepto "al extremo", con una "reanimación urbana" atrayendo al espacio público el propio edificio construido. Por eso, uno de sus elementos fundamentales son unas escaleras exteriores en color, que "cosen" las diferentes plantas del equipamiento. Los espacios, diáfanos y cambiantes, permiten la relación visual entre el interior y la "marcha urbana" y pueden albergar todo tipo de actividades como talleres, aulas, espacios de experimentación, docencia... con paneles móviles que se pueden abrir y cerrar y hasta conectarlos para crear un gran espacio-auditorio. Tendría terrazas, cubiertas y descubiertas.

El diseño pone "en tela de juicio" la eficacia de seguir "con rigurosidad" el plan especial para la zona, "en beneficio de atenuar el impacto visual de la medianera en el edificio colindante". El volumen máximo permitido ahora es de bajo más cinco plantas en la parte que da a San Andrés y bajo más tres plantas en la fachada posterior.