"Creo que hay que seguir peleando". En boca de Domingo Verdini, la frase adquiere el eco trascendental de una sentencia. O un lema que en los últimos 25 años, con Verdini al frente sin interrupción, se ha aplicado a sí misma la Asociación de Vecinos Castrillón-Urbanización Soto IAR, de la que fue reelegido como presidente la semana pasada. De su barrio presume como el que "posiblemente tenga casi todos los equipamientos hechos".

- ¿Aún no le ha llegado la hora de dar el relevo?

-Todos los años les digo a los miembros de la junta directiva que pongan a otro o a otra al frente, pero no quieren. A ver si para el próximo, que se cumple el 40 aniversario de la asociación. A lo mejor es una buena fecha para que alguien se decida a ocupar el primer puesto.

- ¿Se ha sabido adaptar el barrio de O Castrillón y sus vecinos a cada tiempo y a los cambios?

-En general sí. La asociación ha hecho un gran esfuerzo para adaptarse a la democracia. En la medida de nuestras posibilidades hemos hecho un poco de todo, sobre todo lo que nos parece más urgente. El último año, por ejemplo, impulsamos la Plataforma por la Igualdad y Contra la Violencia de Género, Picus, con otras entidades del barrio. Somos señeros en el folclore gallego. Yo coordino, pero realmente el trabajo lo hacemos todos los compañeros y colaboradores. Por eso es difícil que surjan alternativas externas a quienes trabajamos habitualmente en la entidad.

- Todavía con Verdini, ¿se abre un nuevo ciclo de objetivos?

-El barrio tiene que terminarse urbanísticamente. La crisis nos paralizó los dos grandes polígonos que faltan. Los únicos equipamientos que quedan son el complejo deportivo y la residencia de la tercera edad. El primero está a medias y para la segunda reivindicamos a la Xunta que acepte una parcela de 9.000 metros cuadrados del Concello. Son dos cosas que me gustaría ver mínimamente realizadas.

- ¿De qué avances se siente más satisfecho en estos 25 años?

-Satisface más lo que cuesta más trabajo hacer, como el colegio, que nos llevó una guerra que duró 15 años. O la plaza Pablo Iglesias, un espacio central de convivencia que sirvió para unir las dos partes en que antes se dividía el barrio, y que representa una filosofía integradora en la que caben todas las edades.

- Para un veterano como usted, ¿qué obligación cree que tiene una entidad vecinal?

-Liderar lo que se lleva a cabo y agrupar en torno a sí entidades no territoriales, recursos e instituciones. A veces se olvida que somos entidades territoriales, los partidos no lo tienen en cuenta y nos dividen ideológicamente, algo inadmisible.

- ¿Cómo respira hoy el movimiento vecinal en la ciudad?

-Hace falta definir un modelo de futuro porque creemos que está en crisis, en uno de sus momentos más bajos. Mientras no hagamos un proyecto vecinal común no sabremos hacia dónde vamos y cometeremos errores importantes.

- ¿Los vecinos acuden más o menos a quienes les representan?

-Los cauces de participación son mayores y la gente se acostumbra a ello. Hay que tener cuidado porque la participación ciudadana espontánea puede ser negativa y la positiva hay que provocarla. Nuestra misión es provocar esa participación que favorezca a todos.