El sueño de la ACB para el Obradoiro tuvo que esperar veinte años, los que tardó la justicia en darle la razón, pero una vez hecho realidad apenas duró siete meses tras la derrota ante el Gran Canaria, que acabó con las pocas opciones matemáticas que aún albergaban los compostelanos.

El club llevaba peleando en los juzgados por una plaza legítima en la competición desde que en los play off de ascenso de la campaña 1989-90 el Murcia alinease ilegalmente a Esteban Pérez. Una vez restituido el error, el Obradoiro, que compitió en la elite como Xacobeo Blu:Sens, se embarcó en la aventura de intentar sobrevivir en ACB con un grupo modesto pero cargado de ilusión. Le costó arrancar al cuadro de Curro Segura, que para empezar tuvo que bailar con el Barça.

Tras encadenar cinco derrotas consecutivas, los santiagueses se estrenaron frente al Fuenlabrada, que por aquel entonces (31 de octubre) permanecía invicto, y cogieron impulso para sorprender a domicilio al Manresa y en el Fontes do Sar al Unicaja.

A partir de este punto los albicelestes alternaron las victorias -algunas tan brillantes como la sumada ante el Madrid, al que arrebataron el cartel de invicto tras once jornadas- con las derrotas, y llegaron a la última jornada de la primera vuelta con opciones de entrar en la Copa del Rey.

Ahí llegó el declive del conjunto gallego, que inició una nefasta racha en la que sólo sumó una victoria en dieciséis partidos. Mucha culpa tuvo la larga lista de contratiempos físicos que asoló a la plantilla, por la que desfilaron hasta 21 jugadores.

Otro de los momentos clave fue la marcha pactada con el club de Marck Jackson y la elección de su sustituto, Jeremiah Massey, que derivó en un auténtico terremoto en el seno de la entidad. La principal víctima fue el director general, Miguel Juane, al tiempo que se apartó provisionalmente al director deportivo, Alberto Blanco. Las relaciones entre el presidente, José Manuel Docobo, y el entrenador se deterioraron sobremanera y desembocaron en la apertura de tres expedientes disciplinarios al técnico.

Con la confluencia de tantos factores negativos, el descenso del Obradoiro a falta de dos jornadas se antoja como el desenlace inevitable de un sueño que tardó tanto en llegar y tan poco en esfumarse.