Kim Clijsters logró extender su dominio más allá de Nueva York, del Open de Estados Unidos, el único torneo del Grand Slam hasta el momento a su alcance y que, desde ahora, compartirá el espacio entre los elegidos de su palmarés con el cosechado, por fin, en el Melbourne Park.

La belga aplacó la revolución china protagonizada por Na Li, a la que superó en tres sets por 3-6, 6-3 y 6-3. Aún así, perdió su primer parcial de todo el torneo, el primero, cuando la asiática empezó con fuerza, quizás recordando la final de Sydney de hace dos semanas, cuando infligió la primera derrota a Clijsters en una final desde su regreso al circuito en agosto de 2008.

Clijsters se recompuso en el segundo, aguantando el saque de su oponente y aguantando el suyo hasta mitad del set, cuando se anotó cinco juegos consecutivos y forzó la última manga, en la que Na Li acusó la presión y cometió demasiados errores consecutivos.

La conquista del Open de Australia engrandece más el trayecto de Kim Clijisters, segunda del mundo, que dejó entrever en vísperas de la final que su retirada definitiva empieza a estar cerca justo en el momento en el que empieza a sentirse incontestable en el circuito.

Pocas jugadoras han padecido frustraciones tan sonoras en su carrera. Antes de conquistar en Nueva York su primer título grande, en 2005, la tenista nacida en Bilzen hace 28 años se quedó en puertas, perdió la final, de cuatro Grand Slam. Dos en Roland Garros (2001 y 2003), otra en el Open de Estados Unidos (2003) y la cuarta en Australia (2004).

Entonces, Clijsters, a la sombra de la gloria de Henin, las hermanas Venus y Serena Williams o de la francesa Amelie Mauresmo, optó por encontrar su dimensión al margen del tenis. El 6 de mayo de 2007, harta de las lesiones y de algunos intentos fallidos, decidió salir de las pistas. Carente de alicientes buscó el sentido de la vida en un entorno familiar, distante de las urgencias y de la presión. Contaba con 23 años, 34 títulos profesionales y un respeto en el circuito profesional.

Se casó con el baloncestista estadounidense David Lynch y tuvo a su hija, a la que llamo Jada. En el inicio del 2009 los rumores sobre su retorno fue comentario habitual en los entresijos del tenis femenino. En marzo fue oficial. Medio año después, volvió de forma fulgurante para acomodarse en la gloria.

Su vuelta fue una decisión meditada. Calculada. Flushing Meadows empezó a reconocer a la figura grande que siempre quiso ser. Al título conquistado el año de su regreso, en 2009, que le convirtió en la primera madre poseedora de un major desde Evonne Goolagong, en Wimbledon 1980, unió el de 2010 para ampliar a tres los Grand Slam conquistados.

Una cifra acorde a lo que siempre representó sobre la cancha. Cinco títulos individuales, seis con el conquistado ahora, alumbran su retorno, que justificó por el nacimiento de su hija Jada y la muerte de su padre Lei, un ex jugador de fútbol. Ahora, con más trayecto, más madura y con el convencimiento de haber encontrado su lugar en el deporte, Clijsters se plantea un paulatino abandono. Pero ahora ya sí que definitivo.