El fútbol directo practicado por el Levante y el control del juego del Rayo Vallecano no dieron más que para un empate sin goles en un encuentro discreto, en el que el marcador final respondió al equilibrio de fuerzas que hubo sobre el terreno de juego.

Ambos respondieron a lo esperado antes del encuentro, ya que el Levante buscó la contención y la contra, mientras que el Rayo manejó más el balón y trató de hacer un fútbol trenzado. La dinámica de unos y otros propició una primera mitad nivelada, con un par de ocasiones claras para cada equipo.

En los primeros minutos del segundo tiempo, el Rayo incrementó su control del juego, con más acercamientos a la portería del Levante, pero sin peligro ante un rival que se mostraba cómodo sin la obligación de llevar la iniciativa. La igualada reflejó lo visto en un partido en el que la victoria de uno u otro habría sido un premio excesivo, pero la derrota también un castigo demasiado grande.