La corrupción vuelve al papel protagonista en las horas previas a la inauguración hoy del 65.º Congreso de la FIFA tras la detención de siete de sus dirigentes por sospechas de fraude masivo, blanqueo de dinero y organización mafiosa. La entrada de agentes policiales al lujoso hotel Baur au Lac en los Alpes hacia las seis de la mañana puso un prólogo de película a una maratoniana jornada en la que se oficializaron una investigación de la Fiscalía de Nueva York y un proceso penal en Suiza.

Entre los 47 cargos por el enriquecimiento ilícito durante 24 años, los beneficiarios habrían logrado "lucrativos derechos de comercialización en los medios y mercadotecnia en los torneos internacionales". Según tres comisiones rogatorias de Estados Unidos se han bloqueado cuentas en varios bancos suizos.

La segunda es consecuencia de la denuncia de la propia FIFA por sospechas de gestión desleal y lavado de dinero en relación con la elección de las sedes de los mundiales de 2018 y 2022.

Los detenidos son Jeffrey Webb, presidente de la CONCACAF y vicepresidente de FIFA, de Islas Caimán; el uruguayo Eugenio Figueredo, vicepresidente de la Confederación Sudamericana y vicepresidente de FIFA; el costarricense Eduardo Li, presidente de la Federación Costarricense y funcionario de FIFA; el brasileño José María Marín, ejecutivo de la Confederación Sudamericana; el nicaragüense Julio Rocha, expresidente de la Federación de su país y funcionario de FIFA; el venezolano Rafel Esquivel, presidente de la Federación de Fútbol de su país y miembro de la ejecutiva Sudamericana, y el británico Costas Takkas, exsecretario general de la Federación de Islas Caimán.

Por otra parte, las autoridades suizas han comunicado que seis de los detenidos han rechazado ser extraditados, por lo que se pedirá a Estados Unidos que haga llegar al Gobierno suizo una demanda formal de extradición dentro de los próximos cuarenta días. "No es un día agradable, pero es bueno para la FIFA en términos de limpieza. Es la consecuencia de lo que hemos iniciado nosotros mismos", afirmó por su parte Walter De Gregorio, responsable de comunicación y rostro visible de FIFA en las horas más tensas y encargado de asegurar ayer que "nada altera" los planes para las celebraciones de los Mundiales de Rusia y Catar.

"Los detenidos (en Suiza) utilizaron sus posiciones de confianza para solicitar sobornos a cambio de los derechos comerciales, y lo hicieron una y otra vez, año tras año, torneo tras torneo", denunció ayer la fiscal general de Estados Unidos, Loretta E. Lynch, que compareció en rueda de prensa junto al director del FBI, James B. Comey, y otros altos funcionarios.

Lynch denunció entre otros casos salpicados por el escándalo el proceso de elección de Sudáfrica como sede del Mundial de 2010, que los implicados "corrompieron a través de sobornos para influir en la decisión" del país anfitrión.

La acusación también alega que la corrupción y los sobornos se extendieron a la elección del actual presidente de la FIFA, Joseph Blatter, en 2011, y a los acuerdos relativos al patrocinio de la selección brasileña por una compañía de deportes estadounidense.

Además, según la investigación, la Copa América que se disputará por primera vez en EEUU en 2016 "fue usada como vehículo en una conspiración más amplia para llenar los bolsillos de los ejecutivos con sobornos de un total de 110 millones de dólares", que representan casi un tercio de los costes legítimos de los derechos implicados en los torneos.

"En resumen, estos individuos y organizaciones incurrieron en sobornos para decidir quién televisaría los partidos, dónde tendrían lugar y quién controlaría la organización que supervisa el fútbol a nivel mundial", denunció Lynch.

Agentes del FBI registraron ayer las oficinas de la Confederación de Fútbol del Norte, Centroamérica y el Caribe (CONCACAF) en la ciudad estadounidense de Miami Beach.