El Liceo-Cerceda fue un mini derbi. De solo cinco minutos. Porque la emoción duró eso. Cuando habían transcurrido esos 300 segundos, el partido ya estaba sentenciado con un 3-0 a favor de los verdiblancos, que además apabullaban al Cerceda sin capacidad de reacción. El encuentro, hasta el 7-1 final, no tuvo historia. Un guión que no era nuevo. Ya lo siguieron los liceístas cuando le golearon hace dos temporadas y el año pasado en la Copa del Rey. Un inicio arrollador y que le siga el que pueda. Pero es la grandeza del Liceo. Que aún sabiendo lo que va a hacer, conociendo todos sus secretos, teniendo estudiado todos sus movimientos, es imposible ponerle freno.

La jugada del primer gol es un ejemplo. Fue un calco a la que supuso también la apertura del marcador contra el Viareggio italiano hace tan solo tres días. Toni Pérez se revuelve en el segundo palo y consigue rematar y mandar la bola a las redes. Con poco más de un minuto de tiempo corrido ya se decantaba de lado local. Una pesada losa con la que los rojiblancos estaban dispuestos a cargar. Si no fuera porque en menos de treinta segundos se encontró con otras dos piedras en su saco. Primero Pau Bargalló recogía una bola muerta para colarla en la portería. Y después Josep Lamas fue el más rápido en un rechace.

Lejos de conformarse, el Liceo presionó la salida de la bola en la cancha del Cerceda. En la pista no hay amigos y el saludo inicial fue el único momento de concordia. Los visitantes tardaron en acostumbrarse a la constante sensación de peligro que generaban los verdiblancos cuando enfilaban la portería de Martín Rodríguez, pero al menos la entrada en pista de Pablo Fernández les proporcionó un arma con el que intentar responder a sus ataques. Se quedó solo en una contra pero se le escapó el remate. Y lo probó con dos trallazos, pero Malián estuvo ayer intratable.

El conjunto de Juan Copa fue despertando, si bien el Liceo era el dueño de todo. Combinaciones, disparos y jugadas individuales. Como la que le permitió al argentino Germán Nacevich marcar su primer gol como liceísta. Fue la sentencia antes del descanso, aunque el partido estaba ya muerto. La segunda parte fue una tortura. El Cerceda, con el cansancio acumulado de su viaje a Italia, sabía que si bajaba los brazos le caerían otros tantos. En los derbis al Liceo le gusta marcar paquete. Toni Pérez anotó el quinto al culminar una serie de pases propios del billar francés. Peli, el del honor, y todavía hubo tiempo para que los hermanos Bargalló cerraran el capítulo goleador de un derbi con un triste epílogo: solo dos jugadores del Cerceda en cancha por las rojas vistas por Pablo y Manuel Togores.