En el deporte se tiende a magnificar las gestas de los deportistas. Se les tilda de héroes, dioses y seres de otra galaxia. Pero si algunos se parecen a los súper héroes de los cómics y películas, de papel y carne y hueso, son aquellos que no protagonizan ninguna portada pero que día a día compaginan los entrenamientos y partidos con sus trabajos y estudios. No por sus hazañas en las pistas, que también, sino porque llevan una doble vida. De día, diseñadores, músicos, cocineros, hosteleros... De noche, jugadores de voleibol, balonmano, fútbol sala, rugby.... Sus esfuerzos son titánicos, sus sacrificios personales más y organizan al milímetro los horarios del calendario. Tanto que muchas veces han tenido que cambiarse de ropa mientras se dirigían de un lugar a otro, como Clark Kent en la cabina de teléfonos para convertirse en Superman. El reloj es una parte esencial de sus vidas. Los horarios de los autobuses también. Y echan carreras no solo dentro de las pistas. Los equipos coruñeses en categoría nacional están llenos de ejemplos. Estas son solo cuatro de sus historias.

Sheyla Arias (Fisiomás Zalaeta) es diseñadora. Trabaja para una empresa de Culleredo que idea los muebles de las tiendas de Inditex. Entra a las ocho de la mañana, cuando termina se va al pabellón a entrenar al voleibol y llega a casa cerca de la media noche para al día siguiente volver a empezar. Bernardo Parente (CRAT) se pasa parte de la jornada detrás de la barra de El Hispano, local del que es propietario. Cuando suelta la bandeja coge el balón ovalado de rugby para entrenar en las horas que restan de ella, aunque las piernas le digan basta después de tantas horas de pie. Es la misma postura que adopta Xiana Naval (Viaxes Amarelle) para sus ensayos con el trombón en el Conservatorio Superior de Música. Mañana y tarde junto a su instrumento que solo cambia por la pelota de fútbol sala. En el caso del argentino Ezequiel Pardales (OAR) el balonmano fue su forma de vida. Profesional en Alemania y España, compaginó sus dos pasiones, el deporte y la cocina, con la especialidad en sushi.

"Yo he llegado a cambiarme en el coche al salir del trabajo", confirma Sheyla Arias, que una vez finalizada la temporada con el Zalaeta se pensará si seguir en activo un año más. "Y cuando estudiaba, vivía pendiente de los horarios de los buses. Ahora veo que las chicas jóvenes del equipo lo tienen más fácil. Con el Whatsapp se organizan mejor para que alguien las vaya a recoger", continúa. Bernardo Parente tiene la misma sensación: "Es mi vida, ir corriendo de un lado para otro. Incluso comer algo rápido, deprisa, sin perder tiempo. Más de una vez he tenido que salir pitando de los sitios". Xiana Naval se lo toma con más calma. Se pasa parte del día en el Conservatorio. Tantas horas que casi no le alcanzan los dedos para contarlas. Ir a la Sagrada Familia para entrenar es un "alivio", una forma de evadirse de la rutina diaria. Aunque tenga que compaginar y emplearse a fondo en cada una de las facetas, no se queja: "Lo he elegido yo".

Simplemente imaginar el ritmo de sus vidas da vértigo. Por eso no pueden evitar una sonrisa cuando se les pregunta cómo se sienten cuando los jugadores de fútbol se quejan por jugar varios partidos en una semana. "Los deportes han evolucionado muchísimo. El rugby es cada vez más físico y hacemos un entrenamiento a la altura de un futbolista de Primera División. A eso le sumamos las horas de trabajo. En mi caso son nueve o diez de pie detrás de la barra", reivindica Bernardo Parente. Sheyla Arias resume el sentimiento a la perfección: "Solo les diría que cambiaran su vida por la mía una semana... ellos entrenan mucho, no digo que no, pero tienen sus sesiones de recuperación y llegan al vestuario y solo tienen que ponerse la camiseta, ya lo tienen todo preparado. Nosotros además de las jornadas de trabajo y entrenamiento, al llegar a casa aún tenemos que lavar la ropa".

Pocos pueden vivir de sus pasiones. Solo unos privilegiados. Y de esos, los menos tendrán solucionada su vida después del deporte. Es casi obligatorio estudiar o aprender una profesión mientras desarrollan su carrera deportiva. Por eso demandan más ayudas para poder compatibilizar ambas funciones. "En nuestro club dos niñas -Antía Rodríguez y Marta Fraga- tuvieron la suerte de irse a Estados Unidos. Allí están compaginando los estudios y la competición. Están tan encantadas que por lo que sé quieren quedarse más tiempo. También hay otra -Lydia Alonso- que ahora mismo está viviendo del voleibol al haber fichado por un equipo belga. Pero también tiene que seguir estudiando", comenta la jugadora de voleibol.

En el Fisomás Zalaeta desde el primero hasta el último tienen una doble vida. El entrenador, Jorge Barrero, además de llevar más de media vida dedicada al voleibol, trabaja como funcionario en la Agencia Tributaria. Sus dos ayudantes, Fernando Cueto y Chisco, son informático y electricista. Entre las jugadoras, predominan las estudiantes. La más pequeña, Paula Castro, todavía está en el Bachillerato. El resto, se reparten entre INEF (Noa Sánchez y Alba Quirós), ADE (Tania Cobos y Patricia Santos), Enfermería (Sofía Hidalgo), Magisterio (Irene Vázquez), Turismo (Susana Suárez), Historia (Andrea Rivas) y Educación Social (Teresa Álvarez). Entre las trabajadoras, además de Sheyla, la mayoría siguen vinculadas al deporte. Rocío Durán y Olalla García son profesoras de Educación Física mientras que Cristina García es aparejadora y también entrena a equipos de categorías inferiores del club.

El martes fue el día de la mujer trabajadora. Podía buscarse otra jornada para celebrar el de la mujer trabajadora y deportista. Los equipos coruñeses también están repletos de ejemplos. Como en el Sondeos del Norte Maristas. La mayoría son estudiantes y alternan sus horas en la universidad con los entrenamientos durante la semana y los sábados y los domingos, con los partidos. El entrenador, Román Gómez, trabaja en la administración del colegio. Sus chicas hacen INEF (Aitana, Bea Sanz y Andrea), ADE (Laura), Fisioterapia (Tatiana), Medicina (Ainhoa), Caminos (Eugenia), Integración Social (Bea Gómez, que además lo compagina con el ciclo de Tafad), un grado de Relaciones Laborales y Recursos Humanos (Mayte Touza) y Segundo de Bachillerato (Mara). El compromiso del club con la transmisión de valores, además, les implica a sacar tiempo para visitar un centro de la tercera edad.

Lo mismo que el Viaxes Amare-lle. La mayoría están pluriempleadas. Por ejemplo la internacional Dolo, que además de tener una diplomatura en Magisterio y los títulos de socorrista acuática y técnico superior en Animación de Actividades Físicas y Deportivas, estudia en la Escuela de Idiomas, prepara oposiciones, imparte clases como monitora de actividades extraescolares, entrena todos los días y compite los fines de semana. Casi el mismo currículum profesional de Lucía Lago, que trabaja como monitora de gimnasia de mantenimiento, pilates y natación para la tercera edad y también como monitora de patinaje.

El mundo del deporte centra las carreras de gran parte de ellas. Patri es técnico en Actividades Físicas y del Deporte; Oli, además de ser entrenadora personal, es licenciada en INEF, carrera que también cursan sus compañeras Ana y Uxía y que acabó la entrenadora Pili Costa, a la que añade el título de entrenadora nacional, su trabajo con la base de O Parrulo, en un colegio de Narón y con su empresa de actividades deportivas en Fene. En la universidad siguen Carmen (Sociología), Sheila (Turismo), María Romero (Comunicación Audiovisual), María Gómez (ADE y Derecho) y Laura Teosuro (Psicología), que lo compagina con un máster de Osteopatía Estructural y su trabajo en la Clínica Sainz (tiene también un grado en Fisioterapia). Las benjaminas Luz y Sandra todavía van al instituto, con el añadido de que esta última viene desde Lugo a A Coruña para entrenar. Trabajo, talento y esfuerzo por una pasión.