Al coruñés Carlos Arévalo no hay nada ni nadie que le aparte de su objetivo pese a que en poco tiempo haya tenido que acostumbrarse a una nueva realidad. Durante tres años, casi todo el ciclo olímpico, luchó pala con pala con Cristian Toro por una plaza para los Juegos en el K-2 200 metros. Pero tras unos selectivos internos de última hora su compañero pasó a ser la nueva pareja del doble medallista olímpico Saúl Craviotto y el de Betanzos se quedó con la única posibilidad de acceder a los Juegos en el barco individual (K-1). "No puedes venirte abajo. Tocó formatear, aunque con poco tiempo para acostumbrarme a mi nueva situación. Llevo cuatro años luchando por estar en Río y no me voy a rendir ahora", sentencia.

Los Juegos brasileños se alejan en el horizonte cuando parecían más cerca que nunca. Pero Arévalo sigue su camino. No está descartada su presencia en Río el próximo verano porque todavía le queda la opción del K-1 200 pese a que el rival a batir sea el propio Saúl Craviotto, oro en Pekín 2008 en K-2 500 junto a Perucho y plata en Londres 2012 en K-1 200. "Me tiene que salir todo bien para ganarle, pero todo es posible", asegura. "Es muy difícil porque Saúl es una referencia para todos los del equipo español. Entreno con él, me enseña muchas cosas y es un amigo. Pero en el agua... todo cambia y nos convertimos en rivales", añade.

El primer selectivo, disputado en Trasona, para repartir los billetes para el Preolímpico no fue satisfactorio: "Las sensaciones fueron malísimas. La primera parte de la carrera fue muy bien, pero pinché a partir de los 100 metros y no entré". Ahora centra sus entrenamientos, para los que alterna dos semanas en Asturias y dos en Sevilla, en mejorar para la segunda prueba selectiva, también en Trasona, de dentro de un mes. "Quiero corregir el final. Estoy haciendo series más largas para mejorar la tolerancia láctea y aprender a sufrir porque la explosividad de la salida ya lo tengo controlado", indica. Lo complementa con tiradas largas de carrera y sesiones interminables de pesas.

Todavía no quiere ni oír hablar de no estar en Río 2016. Pero si finalmente no consigue su objetivo, se centrará en el Europeo y el Mundial de la categoría sub 23. Porque lo que tampoco quiere perder de vista es que solo tiene 22 años y tiene toda su carrera por delante: "No existe nada en mi cabeza más allá de este verano. Pero sí que soy consciente de que a Tokio 2020 llegaría con 26 años y en plenitud de facultades". Eso será dentro de cuatro años. Antes se dejará la piel por Río.