Como si de un guión de Hollywood se tratara, Kobe Bryant firmó una última gesta con 60 puntos en la noche de su adiós definitivo de la NBA, una despedida majestuosa que, según reconoció, "jamás imaginó", y que puso el broche definitivo a una jornada inolvidable para el baloncesto."El final perfecto hubiera sido ganar el campeonato", comentó el número 24 de los Lakers tras disputar 43 minutos frente a los Utah Jazz en la victoria de su equipo por 101-96. "Hoy sólo traté de jugar duro y poner un show en la medida de lo posible. Me alegro de haberlo por última vez, aunque es difícil de creer que pasara así. Ha sido increíble. Estoy en shock aún", manifestó.

Centenares de aficionados sin entradas se dieron cita en las inmediaciones del Staples Center de Los Ángeles desde horas antes de que comenzara el partido creando un ambiente que superaba al que respiró la ciudad en las últimas finales por el título disputadas en 2009 y 2010. No era un día cualquiera, y eso se reflejaba incluso en los puestos callejeros de comida -un perrito caliente se cobraba a 15 dólares, cuando el precio habitual es de 5- y en los aparcamientos cercanos, donde habitualmente se paga entre 15 y 30 dólares y el precio subía hasta los 60. Cualquier cosa por despedir al ídolo de masas de la urbe californiana.

Los espectadores en la primera fila del pabellón (3.000 dólares la silla) recibieron como obsequios un muñeco con la figura de Bryant, una gorra con el eslogan del jugador y una pequeña réplica del helicóptero con el que se desplaza desde su residencia en Newport hasta el pabellón de los Lakers. El resto de asistentes se llevaron una camiseta con la palabra Love, bordada con el logo de la Mamba Negra, el apodo del número 24.

Bryant también se llevó un presente por parte de los Lakers: un anillo con cinco diamantes grandes (uno por cada uno de sus títulos) y 20 diamantes más pequeños (por cada una de sus temporadas en la Liga).

En torno a las 17:15 de la tarde hizo su aparición, vestido con traje negro, camisa negra y corbata negra, y ante un centenar de periodistas que aguardaban su llegada, se limitó a decir: "Vamos a pasarlo bien".

Saludó a los empleados como en él es habitual y se dirigió al vestuario. Allí, se vistió con parsimonia, saboreando cada segundo del proceso, mientras abandonaba la lectura de The Encyclopedia of Serial Killers, de Michael Newton.

Una hora antes del partido, sobre las 18 horas, saltó al parqué para calentar y dar su visto bueno a la novedosa decoración de la cancha, con el número 8 y el 24 -los dorsales que ha llevado a lo largo de su carrera- grabados en ambos extremos de la pista. Después, antes de la presentación de ambos equipos, llegó uno de los momentos más emotivos de la velada. Entre constantes cantos de "Kobe!, Kobe!", la franquicia angelina emitió una serie de vídeos que recordaban sus momentos más destacados y culminaban con sus cinco títulos. En el primero de esos vídeos Chick Hearn, el célebre locutor de los partidos de los Lakers, profetizaba que Bryant disputaría con los Lakers "19 ó 20 temporadas al menos".

A continuación apareció Magic Johnson y dijo: "Estamos aquí para celebrar la grandeza y la excelencia de Kobe Bryant durante 20 años. Es la mayor celebridad que dio esta ciudad en ese tiempo. No sólo es un icono increíble, sino que es el mejor jugador que haya vestido la camiseta púrpura y oro". El Staples Center, literalmente, se estaba viniendo abajo.

Y eso era antes de que en más vídeos aparecieran las despedidas de compañeros como Shaquille O'Neal, Derek Fisher, Kevin Durant, Dwyane Wade, Dirk Nowitzki, Gregg Popovich, Kevin Garnett, Carmelo Anthony, Stephen Curry, Lebron James, Phil Jackson o su último gran aliado en la pista: el español Pau Gasol, quien pidió que "nuestra amistad se mantenga siempre".

"Esto es un sueño. Hubo momentos donde me emocioné, al ponerme la camiseta y pasar por el túnel de vestuarios por última vez. Al final lo que más recordaré es el tremendo apoyo de los aficionados. Espero haberles dado algo para recordar. Gracias desde el fondo de mi corazón. Os quiero", concluyó el baloncestista.

Llovía el confeti sobre la pista mientras por los altavoces del Staples sonaba The Best, de Tina Turner. Un final de película para una carrera estremecedora. Kobe se va pero nos deja su legado.