No estará en la final por el ascenso a la ACB, pero el Básquet Coruña se merece un diez esta temporada. Ha hecho lo imposible por mejorar y crecer hasta el punto de ponerle las cosas muy difíciles a un Melilla que finalmente se lleva el billete (88-82). En un partido muy igualado, el conjunto herculino metió una marcha más en el tercer cuarto y llegó a empatar en el último. Sin embargo, la experiencia ganó a la ilusión y los melillenses aseguraron el triunfo en los últimos segundos. Fin al sueño naranja.

Una final no se juega, se gana. Lo sabía el Básquet Coruña y también el Melilla. Por eso salieron tan enchufados cuando la pelota fue lanzada al aire. Primera posesión para los locales y primera canasta. Pero lo cierto es que en este inicio hubo un constante intercambio de puntos. Pudo adelantarse el conjunto de Alejandro Alcoba con un triple de Sanz, pero Burjanadze tampoco perdonó desde la línea de 6.75 (10-11). Olmos, MVP del partido con un 26 de valoración, se colocó bajo el aro y no falló mientras que Ángel Hernández ayudó en defensa y devolvió las tablas al marcador (19-19).

Asier Zengotitabengoa y Suka-Umu eran los líderes del conjunto melillense. Sorprendieron con su rapidez en el ataque. Llevaron a los suyos a ganar de cuatro puntos (24-20). Una mínima ventaja que pudo vapulear el Básquet Coruña con un buen arranque del segundo cuarto. Parcial de 2-8 gracias a Zyle y Olmos. Creían los naranjas que era posible mandar en el Javier Imbroda. No estaban equivocados, pero el proceso es mucho más complicado de lo que parecía. Un golpe de los locales a veces puede ser letal. Avisó Suka-Umu con sus triples. Estuvo imparable. Fue el mejor de los locales con 25 puntos de valoración. Ayudó muchísimo a su equipo en el lanzamiento exterior. Hernández-Sonseca se plantó como una torre bajo el aro y los del Leyma se cargaron de faltas. Esos tiros libres impulsaron al Melilla, que hizo un parcial de 14-2 y abrió una brecha importante en el marcador (46-34).

El tercer cuarto es el de la reacción. Y llegó. Los coruñeses no dudaron en darlo todo para mantener abierto el partido. Monaghan apareció para meter miedo a los locales, como había hecho en los dos primeros partidos. Acertó desde la línea de triples y se vio ayudado por Hernández y Zyle. Parcial de 4-10 y solo a tres puntos por debajo en el marcador. Suficiente para que el Básquet Coruña creyese que la remontada era posible. El equipo de Tito Díaz está acostumbrado a obrar milagros. Este podía ser otro para unir a la amplia lista.

Con diez minutos por delante, el Leyma decidió mejorar su defensa en zona y ponerle las cosas casi imposibles a su rival. Olmos, desde la línea de tiros libres, empató el partido (67-67). Borrón y cuenta nueva. Con esas dos canastas se abría un nuevo partido. Todo podía pasar. El problema es que el Melilla tampoco fallaba. Animado por su público, sabía que cualquier error le condenaría. Por eso elaboraba muy bien sus jugadas y no se precipitaba demasiado. Suka-Umu fue el salvador. Resucitó para ganar el partido. Lo tenía claro. Un triple suyo (76-69) fue solo un aviso. Luego llegó el de Zengotitabengoa y entonces la cosa empezó a pintar mal para los naranjas.

A 35 segundos para el final y con posesión para el Básquet Coruña, el marcador reflejaba un 83-80 que bien podía acabar en prórroga o en fiesta melillense. Y fue esto último. Se la jugó Hernández y falló. Pero Franch y Manzano sí estuvieron finos para marcar sus libres (88-82). Fin de la historia. Fin del sueño. El Melilla, finalista. Pero el Básquet Coruña también ha ganado. Ha enganchado a su afición y a su ciudad. Ha dado todo allá dónde ha viajado. Un lujo de equipo. Temporada redonda. Aún hay tiempo para seguir soñando.