Si unos años atrás alguien hubiese dicho que la selección de Chile se convertiría en la dominadora del fútbol en América probablemente habría provocado más de una carcajada.

Pero Chile lo hizo otra vez. Y de nuevo contra Argentina. En los penaltis, como hace un año en el Estadio Nacional de Santiago. Y esta vez, más allá de la fanfarria, el triunfo tuvo una consecuencia de alto impacto: la renuncia de Lionel Messi a su selección tras la derrota.

La victoria en la Copa América Centenario ratifica lo que los muchachos de la roja trataban de explicar el año pasado y que algunos se negaban a creer.

Que a este equipo, con Arturo Vidal y Alexis Sánchez al frente, le van las grandes gestas. Que no se conformó con levantar la primera copa internacional en sus más de cien años de historia y se empecinó en repetirlo ante la todopoderosa Argentina.

Y lo hizo a su manera, con un estilo inconfundible y sin parangón en el fútbol latinoamericano. Un estilo que implantó Marcelo Bielsa, perfeccionó Jorge Sampaoli y que Juan Antonio Pizzi parece dispuesto a mantener, principalmente porque sus futbolistas no saben jugar de otro modo.

El camino de Chile al título no fue un paseo, ni mucho menos, y acabó ayer con Argentina.