Ignacio González recibirá mañana en Barcelona la insignia de oro de la Federación Española de Patinaje, de la que es vicepresidente, mismo cargo que ostenta en la Confederación Europea. Con medio siglo dedicado al hockey sobre patines tanto como jugador, como entrenador y ahora directivo, el coruñés heredó los galones de su padre Antonio González, el eterno presidente del hockey gallego y español y fundador del máximo organismo europeo.

-¿Concibe la vida sin hockey?

-Absolutamente no. Mi mujer ya me dice que no sabe qué nos inocularon. Y mi hijo va camino de lo mismo. Toda mi familia. No sé si es un virus, una bacteria, pero el hockey es algo innato en nosotros.

-¿Es mucha responsabilidad seguir los pasos de su padre?

-No me comparo con él porque no le llega ni a la altura de los zapatos. Él ha sido presidente de todo y yo no he sido ni soy presidente de nada, ni pretendo serlo. He llegado a ser vicepresidente de todo y con eso estoy muy satisfecho.

-¿Qué aprendió de él?

-Todo. En estos tiempos, que todo el mundo hace un máster, para mí este fue vivir con mi padre. En mi casa el máster era diario con él como presidente de un club modesto, como presidente del Deportivo, como presidente de la Española, de la Europea... siempre había problemas y siempre se solucionaban. Y siempre con sentidiño. Decía: 'Tranquilidad que todo se arregla'. Día a día escuchaba situaciones complicadas, que no están en los libros, pero que él resolvía. Solo tenía que estar atento, escuchar y aprender. Eso es lo que le tengo que agradecer a mi padre.

-¿Y del hockey?

-El compañerismo, el esfuerzo, el sacrificio. Que lo no posible es posible. Esto es un dogma muy de Dominicos. Estos valores los he trasladado a mi vida profesional y familiar y pretendo trasladarlo a todos los que me rodean.

-¿Cómo definiría el famoso espíritu de Dominicos?

-Muy fácil: el patio de mi casa es tan particular. Quien ha estudiado y jugado en Dominicos sabe que eso solo se puede adquirir en La Catedral. O se subsiste o se muere. Tenías media hora de patio y te daban una bola para jugar cuarenta chavales y aprovechabas hasta todo el tiempo hasta el último segundo. El espíritu es de un compañerismo del 120%, de lucha hasta el límite.

-¿Cuál fue su mejor momento como jugador?

-Hay un momento culmen en 1975 cuando siendo capitán quedamos campeones de España. Porque el Liceo es el club más laureado de Galicia pero hay un título que no lo tiene ni lo va a tener nunca, el primer título nacional de un equipo de hockey sobre patines de Galicia. Ese es de Dominicos.

-¿Como directivo, qué es de lo que se siente más orgulloso?

-De haber ayudado a defender los derechos de la Federación Española a nivel internacional en el año 2005, cuando la Federación Catalana quiso entrar en la FIRS. Quique García Raposo, que era el presidente de la Gallega, asumió en esos momentos la presidencia de la Española y me pidió ayuda. Y conseguimos revertir un hecho ilegal.

-Habría otros delicados.

-Uno en 1976. Gracias a la intervención de mi madre no desapareció el Dominicos. Durante media hora había desaparecido. Dos jugadores ya habían fichado por el Liceo. Y llegó mi madre y dijo que si no había dinero se buscaría. Cuatro años después, el Dominicos ascendió a la División de Honor y ganó la Copa del Rey. Otra vez lo que no era posible se convirtió en posible.

-¿Es fácil separar la faceta de directivo con la de padre de jugador de hockey?

-Por principio ya tienes el sambenito colgado de que el equipo de tu hijo tiene ventaja porque los árbitros pitan a su favor y amañas los calendarios. Y desde el palco tienes que vivirlo como puedes, manteniendo la compostura. Me acuerdo de un Campeonato de España en el que los árbitros no estuvieron acertados y encima tuve que aguantar a los padres de los compañeros de mi hijo, así que doblemente fastidiado.

-También le tocó ser hijo de.

-Sí y estaba para ir a la selección española juvenil y mi padre le preguntó al seleccionador si ya se había decidido. Contestó que tenía dudas en dos puestos. La respuesta de mi padre fue que si una de esas dudas era conmigo, que directamente yo me quedaba fuera. Y no fui.

-¿Sería bueno para el hockey gallego recuperar la rivalidad entre Liceo y Dominicos?

-Sería bueno, pero sin sacarla de madre. En mi época no era una rivalidad mala. Ver un Palacio de los Deportes lleno por un Liceo-Dominicos... venga dios y lo vea. Eran grandes partidos, con tensión. Sería muy bueno que hubiera una alternativa. Como un Estudiantes-Real Madrid. Ya se sabe que el poderoso es el Madrid, pero la ilusión por ganarle crea afición y arrastra. Le da vida al deporte.

-¿Estaba asumiendo el Cerceda ese papel?

-Sí, estaba esperanzado con ese proyecto, pero su problema fue que no se consolidó ni echó raíces.

-¿Qué retos le quedan al hockey gallego y español?

-Al gallego, consolidarse con equipos en Primera División, porque por capacidad y potencialidad podemos. A nivel español, que la OK Liga siga siendo la mejor competición del mundo. Y a nivel de selecciones, recuperar el dominio, pero es que estábamos muy mal acostumbrados.

-¿Le gustaría volver a ver al Dominicos en lo más alto?

-Me gusta verlo en cualquier sitio. El año pasado jugó la final del Campeonato de España júnior contra el Barcelona. Y acabaron pidiendo la hora siendo muy superiores.

-¿Ve a su hijo Jorge siguiendo sus pasos?

-De directivo no sé, de entrenador seguro. Tiene el virus y está muy enganchado.