Real Madrid y Atlético de Madrid devuelven a escena en el Santiago Bernabéu, uno de esos grandes duelos de alta rivalidad que han marcado sus últimas temporadas, un derbi trascendental en la lucha madridista por el título que llega marcado por la inesperada duda de Zinedine Zidane sobre su futuro.

Posiblemente Zidane tenía otra intención pero pecó de sinceridad con un mensaje extraño en vísperas de un gran duelo, uno de esos partidos que marcan el andar de un equipo hacia su objetivo. El Madrid, obligado a ganar, y el Atlético con la posibilidad de torpedear las opciones de título de su eterno rival, una vez asaltada la tercera plaza.

Cayó como una bomba en el madridismo y en el club la frase de Zidane. "No estoy seguro de seguir, por eso no preparo nada de la próxima temporada. Me centro en lo que queda de esta". Bien sea por ejercicio de auto exigencia, meditando su adiós si no gana un título este curso, buen conocedor de la obligación de un entrenador del Madrid, o buscando un grado mayor de esfuerzo de sus jugadores.

Su Real Madrid llega a la cita con la frescura que le aporta su clara apuesta por las rotaciones. Lo que antes generaba un debate profundo, ahora se entiende a la perfección buscando frescura en un equipo que encara un abril decisivo. Tras el derbi madrileño llega la eliminatoria europea ante el Bayern y el clásico que decidirá el título.

El Atlético está en racha. En la mejor de la actual temporada de la Liga, las cinco victorias consecutivas que ha encadenado y en la mejor de su historia en el Bernabéu en el campeonato: tres triunfos.