Zinedine Zidane se estrenó como entrenador al máximo nivel llevando al Real Madrid a la Undécima Copa de Europa, pero empezó esta temporada con dudas sobre su capacidad. Ahora puede acabar su primera campaña completa con el doblete más valioso, Liga de Campeones y Liga, y el reconocimiento general. Porque por primera vez en los últimos años, el Madrid ha contado con un entrenador capaz de sacar rendimiento a la plantilla y de gestionar los egos. Por eso y por más cosas, la Liga número 33 será para siempre la de Zidane.

En el tramo más importante de la temporada, cuando el calendario se aprieta y cada partido puede ser clave para los títulos, a Zidane no le tembló el pulso. Reservó a los teóricos titulares para las eliminatorias de la Copa de Europa, mientras que puso en juego al equipo B en los compromisos ligueros. Uno por uno, los menos habituales ya le habían dado muestras de que podía confiar en ellos. En bloque se lo confirmaron en salidas como la de Eibar, El Molinón, Riazor y Los Cármenes. Mientras Cristiano Ronaldo refrescaba los músculos sin rechistar, James, Isco, Lucas Vázquez, Kovacic y Morata resolvían el compromiso liguero con solvencia y, en muchos casos, con brillantez.

En ese tramo decisivo, Zidane también tuvo la fortuna que tantos le han adjudicado desde su llegada al banquillo del Bernabéu. De una desgracia, la lesión de Bale en el clásico, salió la solución a los desajustes tácticos del equipo y la recompensa para el suplente que más había reclamado un puesto en el once. Con Isco, el Madrid fue más consistente sin perder brillantez. Por fin en el puesto que mejor va a sus características, por detrás de los dos delanteros, el malagueño ha sido una máquina de dar pases y marcar goles, algunos espectaculares.

A rebufo de Isco se ha disparado el rendimiento de Cristiano Ronaldo y Benzema, que han formado un tridente imparable para la mayoría de los rivales. En el continuado dominio madridista en la Liga, sólo hubo un momento de duda, tras la derrota en el clásico del Bernabéu. Pero entonces Zidane respondió como siempre, con una sonrisa y un mensaje de tranquilidad que ha acabado reflejándose en el campo. El manteo a que fue sometido en La Rosaleda refleja tanto el respeto de sus jugadores como su protagonismo en un título que se resistía desde hace cinco años.

La victoria de Zidane equivale a la derrota de Luis Enrique. El entrenador asturiano ha ido a menos, desde el triplete de su primer año, el doblete de la pasada temporada y la Copa del Rey como única opción para evitar un curso en blanco. Pero, como le demostró ayer la afición en el Camp Nou, Luis Enrique se va con el reconocimiento generalizado. Aseguró que su equipo competiría hasta el final y cumplió. Pero enfrente tenía a un gran Madrid y a un gran entrenador.