Un asesino con fisonomía de jockey. Hiriente en el fútbol extensivo, escurridizo en el fútbol intensivo. En los prados de Cerro Chato o en el verde de Son Moix, el inesperado obsequio Ifrán se ha revelado como el presente más versátil de la delantera mutante de este grupo. Riazor ya no debe vivir en la zozobra por las oscilaciones de Luis o Borja, ni seguir en la ventana avistando el retorno de un ilusionante Toché. El Dépor ha acelerado. No hay tiempo ni para cambiar de marcha. Su ascenso con más aristas apuntaba a sufrido y de repente es para ya. Ha dado tal paso al frente que parece que el resto se ha retirado. Y en esta recta final hacia la gloria tiene un killer listo para ajusticiar: Diego Ifrán. Ni esperas ni dudas. Fondo de armario. Historia exprés.

Delantero per se y elevado por el contexto. Así es, así está el uruguayo. Sus circunstancias son la falta de competición, su enorme potencial y que ha caído en el Dépor con más fútbol de todo el año. Y la balanza cae con fuerza del lado de los pros. Los contrapesos, como su inactividad, no faltan y habrá que agradecerlos porque si no, estaría en Primera. Aún así en Mallorca se reveló como la pieza que le faltaba a un puzzle que ha ido cogiendo cuerpo. Presión arriba, capacidad para atacar los espacios y de buscarse la vida sin ellos, fútbol para mezclar con la media y para crearse sus propias oportunidades. No se colgó la medalla del gol, pero fue siempre la daga amenazante, esa que o hiere o da trabajo y despista al combatiente, mientras la pieza es cobrada por otro flanco. Un penalti forzado y un movimiento antesala del tanto de Luisinho son sus haberes más visibles. Ya no es tan ingrato ser el delantero de este equipo. El cuentakilómetros sigue a un nivel más que alto pero los pretendientes tienen algo más que llevarse a la boca. Y si encima Ifrán es capaz de cazar algo por su cuenta, banquete apetecible.

"El fútbol es cada vez más psicológico". Vázquez deslizó esta píldora perdida hace semanas y ahora cobra más sentido que nunca. Este equipo está para impartir seminarios. La primera parte no fue sobre el guión previsto. Se tambaleaba la apuesta de Juan Domínguez como único pivote. Los espacios se multiplicaban, el partido estaba suelto. Sin control, eso que tanto obsesiona a Fernando. Pero el Dépor apretó los dientes, no se le movió ni un músculo de su faz. Compitió. Como si esta situación la hubiera vivido muchas veces y casi siempre acabara en final feliz. Y así fue. La superioridad psicológica da réditos mientras no llega la futbolística.

Sissoko frotó la lámpara en el tercer gol y se sumó al festival pasador de Juan Carlos, un incomprendido que va a más, ubicado en el lugar exacto para explotar sus condiciones. Los méritos del marfileño, aunque no tan relucientes como esa preasistencia, habían comenzado mucho antes. Se le vio más solidario, con fuelle y por encima de todo sacó más ventaja de sus regates, sus desequilibrios.

Vertical y no solo moviendo el balón, también conduciéndolo. En la mezcla está la virtud. Cada día es más completo y está más cómodo. Operación redonda, una de tantas en este mercado de invierno.

Y mientras el deportivismo se mira en el espejo de la incredulidad ante un panorama tan idílico, recobra importancia lo que casi nunca cambia: esa roca llamada Dépor. Ha tenido algún titubeo, pero a esos vaivenes no se les puede llamar ni curvas. Este equipo apunta a encajar menos de 29 goles en 42 partidos, el proyecto blanquiazul más sólido desde el Superdépor de Arsenio y Liaño y sus 18 tantos. Y solo un puñado de conjuntos históricos le resisten la comparación en casi 20 años de liga de 22 en Segunda: el Murcia de Reinke y David Vidal en 2003 (22), el Alavés de Mané prefinal de UEFA en 1998 (25), el Éibar de Blas Ziarreta en 2002 (27) y el Elche que ascendió hace un año (27). En ocasiones los números despistan, pero cuando son tan rotundos solo le ponen apellidos a la realidad.

Fernando Vázquez quería una máquina que acabase coronando a un Zamora y que le diese un ascenso, y va camino de llevarse un dos por uno. Un renovado Lux tras semanas dubitativo es la cara del éxito de un modelo que se sustenta en todo el sudor del grupo y que late al ritmo de Pablo Insua. Ya fuese complementado con Marchena, Álex y ahora de manera inmejorable con Lopo, él es lo que nunca falla, lo que siempre responde.

El que no puede hacernos esconder una sonrisa de orgullo ante descomunal talento.