Respirar, levantar la vista y ver que está Lucas. Bien, puño cerrado. Gestos que delatan a un grupo y que revelan las dudas de una grada. Con él todo irá mejor. Así se mueve este vestuario, el deportivismo. Sus efectos van más allá de lo que destilan sus pies y del balompié que proyecta su cabeza. Un jugador mental, influyente. Tanta planificación y profesionalización para acabar necesitando una personalidad futbolística arrolladora que te haga creer. Son los superpoderes de un neno de Monelos, al que algunos ven con capa porque necesitan creer y otros para tapar sus vergüenzas. Si alguien salva a este Dépor, si alguien mantiene su endeble arquitectura, es él. Pero no llegará con su sola presencia.

Este equipo es frágil. Por fútbol, por táctica, por ánimo, por entorno, por plantilla, por técnico. Cualquier leve cambio en las rachas de viento de un partido lo volatiliza, le hace temblar, desmoronarse. Esa inestabilidad, esa falta de cimientos son las que le llevan a arrojarse irremediablemente a los brazos de Lucas. "Tiene Ángel", decía hace dos días Lopo en su Instagram. Él es el que se atreve, el que confía, el que primero salta la valla. Y ahí van todos. Este Dépor es un torrente mal encauzado al que no le sobra claridad ni calidad para elegir. A veces se desboca, a veces le paraliza la responsabilidad. Unidireccional, sin acougo. Todo corazón e intenciones, escasa pericia. Pocas veces sabe por dónde ir ni cómo gestionar la pelota en sus pies. Mal guiado.

Este proyecto lleva todo el año intentando armar un grupo pero no para de tomar decisiones que priman a los individuos. Víctor justifica los malos momentos apoyándose en la ausencia de nombres importantes, los fichajes han ido encaminados a juntar calidad y regate en vez de a buscar futbolistas complementarios, inteligentes tácticamente y competitivos. Y todo aderezado con una plantilla fría con estigmas de tiempos pasados en los que el Dépor sólo se imponía desde el repliegue, por fútbol-calidad, con el balón pegado al pie y masticando los partidos. Ahora ya no tiene nada de eso. Otra munición para los nuevos tiempos. A este grupo hay que añadirle las piezas que lo realcen o deben darle otras armas para conformarse, creer, hacer daño y salvarse. ¿Lo hará Víctor o esperará a que Lucas o Fariña le vuelvan a salvar lo justo la papeleta?

"Si yo destaco es que no lo estamos haciendo bien todos". Álex habla casi mejor fuera que dentro del campo y eso que en el verde puso el domingo el listón alto. Su falta de ego lo eleva y añade un punto mayor de realidad a su análisis crudo. No quiere oropeles, quiere un Dépor mejor. Necesita estar mejor acompañado, sobre todo, por el que tiene a su lado. Ni Haris ni Juan. Es tiempo de Celso Borges, una nueva vía en la planificación deportiva. Un jugador llamado a enriquecer a este grupo. El tiempo juzgará sus prestaciones. Ojalá pronto haya más razones para creer en el fútbol y en la solvencia de este proyecto que en los superpoderes de Lucas.

Madridcentrismo

Mañana en la Federación tienen una magnífica oportunidad para demostrar que este país y esta Liga son algo más que lo que ocurre de Guadarrama para dentro. No hace falta recordar lo que ha sido pisoteado el nombre del Dépor en los últimos tiempos y mañana llegan a Las Rozas dos actas con similitudes pero también con diferencias. No es lo mismo una agresión con la mano abierta (Fariña) que un uno-dos de patada y puño con la guinda de los gestos a la grada (Cristiano). Y en la era digital hay pruebas videográficas para confirmar o rebatir redacciones incompletas. Sería un pequeño gesto, que no maquillaje, que puede marcar un cambio de rumbo. Llegaría tarde y sería poco ante tanta afrenta, pero menos es nada. ¿Lo harán o solo existe Madrid?