Es difícil de entender y asimilar qué le ha pasado a Insua, ese chaval que parecía haber nacido en la marmita de la valentía, ese al que no se le vio atisbo de temor ni siquiera cuando Fernando Llorente y San Mamés rugían en su debut. ¿A dónde ha ido Pablo sin miedo? Llegó un día en el que conoció la desconfianza y eso le hizo temer. Él, que ni había pestañeado a pesar de su juventud, ahora tiene una semilla que le han inoculado y no ha parado de germinar. Duda. Al final el problema es que Pablo no ha tenido derecho a fallar esta temporada. Y ese es uno de los pilares de la formación: poder equivocarse, andar y desandar el camino hasta encontrar el correcto, fallar y aprender. Tito Ramallo siempre defiende orgulloso que esa fue una de las bases de apostar por él en el Fabril cuando tenía 16 años. A Fernando Vázquez se le llenó la boca diciendo Insua y diez más hace unos meses. ¿Qué ha hecho Víctor?

Fernández aterrizó en A Coruña en un verano en el que una de las pocas certezas que había era que Pablo constituía un activo, la gran joya, el futbolista que disfrutaría Riazor por una década o dejaría un necesario dinero en caja. Víctor nunca ha sido un técnico con fama de formador. Quizás es que nunca le hizo falta. Sus plantillas eran largas, sus presidentes gastaban y gastaban en épocas de opulencia y sus equipos miraban necesariamente hacia arriba. Suerte que tuvo. Pero en A Coruña se corre para que no te pille la Segunda y se cuenta y recuenta cada centavo. Pues desde que el aragonés pisó Abegondo solo ha expuesto dudas sobre la complexión física de Insua, con la sombra del banquillo siempre acechando. El jefe no destilaba precisamente ilusión cada vez que hablaba de él. La exigencia es necesaria y hace crecer si lleva aparejados refuerzo y confianza. Ojalá Pablo hubiera recibido por parte de su técnico las mismas muestras públicas de comprensión que sí ha tenido el míster con todo el frente de ataque: Cuenca, Fariña, Oriol? Ellos lo merecían, Insua también.

Pero Pablo no es solo una víctima. Fallos como el que casi le regala un gol a Thievy son imperdonables e injustificables. Ese despeje al centro del área le habría costado a cualquier cadete de Abegondo una bronca que se habría oído al otro lado del embalse de Cecebre. A Insua le han comido las dudas, los problemas físicos y el hecho de, sobre todo a principio de temporada, tener que jugar menos arropado, a campo abierto. Son pruebas que ni ha pasado ni le han ayudado a superarlas. Pablo es futuro, Lopo pasado y se disputan el presente. Tres es el máximo de partidos seguidos que ha jugado el central de Arzúa, démosle diez y el derecho a equivocarse. Entonces el deportivismo sabrá si hay central, ese al que su tutor Marchena veía en la Selección. Y si lo dice un campeón del mundo y héroe del ascenso...

La lucasdependencia terminó de revelar esta semana una nueva cara. A su facilidad para hacer creer a sus compañeros, a su duende en las grandes ocasiones, a sus goles salvadores, ha sumado una lección de 10 que le hace absolutamente imprescindible. Este Dépor ataca más que en los dos últimos años pero no le sobra ni una pizca de claridad. El problema no está solo en el remate. Y el único que dibuja el camino de la portería contraria es Lucas. De sus pies nacieron las mejores ocasiones, nada de centros al culo del defensa o asistencias sin rematador. Hubo contras bien llevadas, cambios de ritmo elegidos correctamente, pases que revelaban aclarados impensables. Se vio al Lucas de mayor nivel en esa primera mitad, mejor que el que levantó a Riazor con sus goles. Ahora que se va a cumplir una vuelta de su debut, hay que ponderar lo que disfruta A Coruña. En él y en su salud está parte de la salvación. La luz entre las sombras.

Balón parado

Al Dépor le sobra muy poco y cuando la salvación se juega en milímetros hay un arma que ha dado vida y que el equipo coruñés tiene casi olvidada: el balón parado. Vallecas fue un oasis en el desierto. Esos centros dolorosos de Cavaleiro y el instinto de Borges parecían abrir una nueva senda para los blanquiazules. Ahí se quedó. Si un equipo con mucho más talento y ambiciones como el Atlético puede tener en la estrategia un filón, a los coruñeses hay que pedirle unos mínimos y más cuando andan justos. También se requiere talento para atacar esos balones y centímetros, pero no solo eso: trabajo y trabajo? A remangarse en Abegondo. A veces las alegrías llegan por los caminos más insospechados y menos lustrosos.