Víctor Sánchez del Amo dirigió ayer el primer entrenamiento de la semana después de los dos días de descanso que concedió a sus jugadores tras la derrota del pasado sábado frente al Atlético de Madrid. Esta vez no fue una sesión de recuperación para los titulares y más exigente para el resto, como suele ser habitual cuando el equipo reanuda el trabajo, sino muy intensa para todos. El madrileño dividió a su plantilla en dos grupos. De una parte, los defensas y pivotes, a los que aleccionó durante media hora mientras los atacantes realizaban entrenamiento interválico a las órdenes de Nacho Oria. Luego ambos grupos intercambiaron los papeles y fueron los futbolistas de corte más ofensivo los que recibieron las consignas del técnico mientras sus compañeros sudaban con el preparador físico. Tanto con los defensores, primero, como con los atacantes, después, Víctor incidió en algunos de los desajustes cometidos el pasado fin de semana frente al Atlético. Por ejemplo, la salida rápida tras despeje. Ese fue el aspecto que más machacó con la línea defensiva, a la que exigió velocidad y decisión para alejarse del área con la intención de dejar a los rivales en fuera de juego y no permitir segundas jugadas como la que dio lugar al primer tanto de Griezmann.

El sábado Oriol Riera fue quien se quedó descolgado tras la falta lateral que acabó con el golazo de chilena del francés. Tardó demasiado en salir de la cueva y eso le costó caro al Deportivo, igual que tres jornadas atrás en Getafe. El delantero catalán no tiene automatizados ese tipo de movimientos porque su zona de influencia natural no está en su propia área sino en la contraria. Ayer Víctor Sánchez trabajó ese aspecto a conciencia únicamente con los zagueros y pivotes, demandándoles no solo rapidez y coordinación en sus movimientos, sino también mucha comunicación para "que se escuche más al equipo". "¡Hablar es muy importante!", les gritó varias veces. "¡Quiero escuchar más!", demandó el entrenador, de nuevo muy encima de sus jugadores, física y verbalmente.

A la carrera la mayor parte del tiempo, él mismo participó en esos ejercicios tácticos como si fuera un futbolista más, tratando de ilustrar a sus pupilos sobre cómo deben ser sus movimientos. Quiso reproducir "situaciones reales de partido", por lo que colocó a dos centradores en las bandas (primero Laure y Luisinho; luego Juanfran y Canella) para que metieran balones a dos futbolistas que entraban al remate. El trabajo de los cuatro zagueros, ayudados por dos mediocentros, fue despejar el balón e inmediatamente salir rápido hacia arriba, siempre en bloque. Juanfran, Borja, Insua y Canella formaron uno de los cuartetos defensivos, que se alternó con el compuesto por Laure, Sidnei, Manuel Pablo y Luisinho.

Dóñiga, al remate

En ese ejercicio también participaron los mediocentros Álex Bergantiños, Juan Domínguez y Celso Borges. El costarricense hizo las funciones de rematador la mayoría de las veces, formando pareja con el segundo entrenador, David Dóñiga. "¡Cinco fondos para los defensas si marcan!", amenazó Víctor, que no tuvo que cumplir esa advertencia porque ninguno de los centros acabó en gol. De eso se trataba, de despejar balones y salir rápido para que los zagueros automatizaran esos movimientos y, de paso, recuperaran la confianza y la seguridad en sí mismos repitiendo con éxito ese tipo de acciones.

Una vez concluido ese ejercicio con los hombres de cobertura, les tocó a los atacantes recibir las consignas de Víctor. Entre ellos, el pivote Haris Medunjanin, encargado de iniciar todas las transiciones ofensivas para combinar con Cuenca y Salomão, en una banda, o con Hélder Costa y Luis Fariña, en la otra. Y desde los costados, muchos centros al área para que entraran al remate Oriol Riera y Toché, o bien Hélder Postiga y Cavaleiro. A este último aleccionó sobre cuándo debe acomodarse el balón antes de rematar y cuándo debe disparar sin control previo, para que sepa qué es lo que toca en cada momento y así tenga más posibilidades de marcar.

Otro de los nombres propios que más veces pronunció fue el de "Medun", la abreviatura del apellido del internacional bosnio, a quien exigió "precisión" en sus envíos como encargado de comenzar las jugadas. Víctor buscó sobre todo fluidez después de los graves problemas que tuvo el Dépor para generar fútbol ante el Atlético. También apretó a los cuatro que se situaron en las bandas para que se dieran prisa en regresar a la posición inicial una vez finalizada cada jugada: "¡No se vuelve andando, se vuelve al trote! ¡Vamos a coger la dinámica! ¡No nos quedamos colgados! ¡Hay que trabajar!". De nuevo muy exigente el madrileño, pero a la vez dialogante y plenamente integrado en el grupo.