El Dépor sale de Mestalla como un equipo del que fiarse. Sin duda, tuvo sus errores y la defensa de la estrategia sigue siendo su asignatura pendiente, pero fue capaz de jugarle de tú a tú a un equipo Liga de Campeones, de ser mejor que él en muchos momentos. Y compitió con las armas que dan alegrías a final de temporada: la seriedad, la valentía, sin rehuir la pelota... Nada de vivir de chispazos, solo el de Lucas para demostrar que de vez en cuando sabe agijonear. Se marcha de Valencia con un punto pero el sosiego que genera es mayor del que dictan las matemáticas. El Dépor progresa.

El equipo coruñés empezó el duelo en Mestalla y el Valencia, no. Estaría en Mónaco, cerrando el mercado de fichajes o pensando en el próximo envite de Champions, pero su cabeza se encontraba en otra parte. También notaba las rotaciones. Esa dispersión la aprovecharon los blanquiazules para hacer una demostración de seriedad. No fue avasallador porque quizás le falta una marcha y está en fase inicial como equipo, pero se cerró, enfrió el duelo y atacó a su ritmo. Él dominaba la situación. Y no es poco en Mestalla.

Y el factor diferencial fue Lucas. A los diez minutos ya había regalado un balón de gol y posibilitó otra ocasión gracias a un robo en una zona sensible. Su fútbol mejoró, pero sobre todo le ofrecieron un mejor entorno. Se repartió las labores de falso 'nueve' con Luis Alberto y se sintió liberado para jugar, asociarse y llegar. Gana él, gana el Dépor. El fútbol blanquiazul crecía a partir del coruñés, de la movilidad de su socio arriba y de Fayçal, y de las buenas incursiones de Borges desde la segunda línea. No deslumbraba, competía y se mostraba de manera interesante. Más que suficiente.

El problema era convertir la superioridad en diferencia en el marcador. Ahí ya le costaba más, a pesar de sus incursiones constantes. Fue entonces cuando Lucas tomó la palabra. Y encima se encontró con un pasillo que le invitaba a tirar, debe ser que en Valencia no lo conocen. Se perfiló y su disparo fue imposible para Ryan. La alegría duró cinco minutos. Otra vez penaba por el balón parado. Viejos males que empañaban una primera parte de la que sentirse orgullosos.

El golpe moral de ese tanto podía haber elevado al Valencia. Era superior, se había llevado un premio excesivo, tenía el viento a favor de su público... No fue así. El Dépor tampoco dudó en exceso. Ninguno de los dos era capaz de generar ocasiones definitivas en el inicio del segundo acto. Los ché, solo a balón parado y los coruñeses tras imprecisiones rivales con Danilo como protagonista.

A falta de ideas Nuno apostó por refrescarlas desde el banquillo y ahí fue cuando el Dépor empezó a sufrir de verdad. Y mucho. El fútbol de Parejo y, sobre todo, el desequilibrio de Feghouli se notaron desde el primer momento. El argelino se convirtió en la principal vía de ataque, y de sus centros y de disparos lejanos llegaron las mejores ocasiones. La entrada de Paco Alcácer aumentaba los problemas. Mientras, Víctor apostaba por Jonathan. El uruguayo es rápido, peleón, huele a gol. Poco se pudo ver de su potencial. Aun así presagia buenas tardes.

La roja a Barragán le ofreció un nuevo respiro a los herculinos. Intentaron aferrarse al balón. No pudieron. El Valencia empujó a arreones y tuvo sus ocasiones, la mayoría otra vez a balón parado, una faceta en la que al Dépor se le volvían a aparecer todos los fantasmas. Así pudo llegar el 2-1. Los nervios hicieron también acto de presencia. Lux evitó males mayores, como en otros momentos claves del duelo. Por una vez hubo justicia. El Dépor no merecía salir sin nada de Mestalla. Víctor sigue cocinando su equipo a fuego lento y el deportivismo calienta sus ilusiones alrededor de esa lumbre.