"Pienso fútbol, como fútbol, sueño fútbol. Hasta soy un enamorado del vestuario, de su olor". Fayçal se desnudaba en una entrevista hace años en una publicación francesa en la que detallaba los efectos secundarios de esa pasión que le lleva en volandas desde pequeño, el fútbol, le foot. Esa obsesión que también le mueve en el campo para devorar cada minuto, cada jugada, cada presión, sin detenerse nunca. Un hiperactivo con calidad. Como otros muchos en este equipo. Velocidad, clase, trabajo, pasión y estar en el momento justo. Ese instante que se prolonga ya seis jornadas y que la afición blanquiazul está dispuesta a devorarlo con su equipo. Fueron muchos años anémicos.

Su carrera tras el gol en Sevilla es otra demostración más de que a él nunca le llega. Lo hace bien y a toda velocidad. Después de recorrer más kilómetros de los imaginables, tuvo que marcarse un esprint. Una liberación. Toda esa adrenalina en eterna combustión ha sido, en cambio, pausa y tiento para tomar decisiones en torno a su carrera. Unas por voluntad propia y otras por zancadillas ajenas. Llegó tarde a la élite porque le rechazaron en Le Havre con 15 años. Escasa condición física, decían. Ahora solo hay que verlo. Salvo por una experiencia en la Costa Azul, se formó en equipos de la zona de Normandía. Al abrigo de su casa hasta que se marchó a Elche, aunque también ahí había algo de hogar. Muchos veranos recorría la península para llegar hasta Ifrane en Marruecos, de donde es originaria su familia. España había quedado en su subconsciente, así como aquel equipo que osó ganar una Liga con Nourredine Naybet al mando. A Coruña, otro destino amigo. Superó algunos obstáculos, pero fue dando pasos pequeños y seguros. Controlando la situación, como su ídolo, un tal Juan Román Riquelme.

Fayçal fue olvidado, es un olvidado por la selección de Marruecos, llevada curiosamente por Hadji, entre otros. Algo parecido le pasó a Lucas en A Coruña. Pedro Mosquera también tenía ganas de volver a casa. Borges estaba desaprovechado en Suecia. Luis Alberto sobraba en Liverpool. Sidnei se vio siendo un cero a la izquierda en el Benfica. La reivindicación también les alimenta y acaba cerrando ese círculo virtuoso en el que se ha convertido un Deportivo que ha emergido de manera prematura y sorprendente. Las individualidades conforman un gran grupo y la fuerza del equipo, del trabajo colectivo, ensalza los nombres. Es una retroalimentación continua y en todas direcciones que no hace más que elevar el producto final, ese que ha llevado al Deportivo a ser sexto en la tabla. Sudor, calidad, maneras tácticas y fondo de armario. Ahora mismo merece ser equipo europeo, nadie tiene derecho a ponerlo en duda ni a pedir que no se disfrute. El futuro está por escribir y en A Coruña, en Riazor, existe la sana costumbre de no olvidar de dónde vienen.

Fede y Lucas

Uno tiene lo que busca el otro. Fede Cartabia maravilló ante el Betis. Un gol, un abanico de detalles? Nada nuevo. El fútbol está en sus botas. Lo saben en Valencia, en Córdoba. Otra cosa es que sea capaz de sentirse parte del proyecto, que le hagan reconocerse como importante. Ese es el primer reto. El segundo es más personal. Su tanto del jueves está al alcance de muy pocos, pero la verdadera superación para él esta temporada es convertir esos chispazos en más habituales, es mostrar de manera continuada todo lo que lleva dentro. Si todo va bien, no habrá urgencias en torno al equipo. Entonces el escenario para él, si viene acompañado de minutos, parece idílico.

Esa regularidad que anhela Fede es la que ya tiene Lucas Pérez. Cada semana que pasa el coruñés sube un nivel más. Parece que ha llegado a su tope, pero sigue escalando. Cuatro goles, a uno del pichichi. Trabajo, velocidad, fútbol y gol. Pocos mortales de la Liga resisten ahora mismo la comparación con él. Si llega a la docena de tantos o la sobrepasa, algo nada descabellado, Riazor vivirá una temporada de éxtasis. Y quién sabe si llegará un gran traspaso en verano, algo con lo que A Coruña debe empezar a saber convivir. Entonces él también tomará la palabra porque ya una vez renunció a montañas de euros por su ciudad, su gente, su equipo. Queda mucho. Pase lo que pase, Lucas es un valor al alza, tanto emocional como futbolístico y monetario. Carpe diem.