Las copas del Dépor no merecían algo así. Riazor le tiene muchísimo cariño a esta competición. Le dio muchas alegrías, dos enormes. Y un trofeo con ese calado en el corazón blanquiazul no merecía que el equipo lo tirase de esta manera. Un buen sopapo que derrumba todos los castillos en el aire montados en torno a este equipo. El Dépor naufragó de manera vergonzosa, indigna. El Mirandés le superó en todo. En valentía, en inteligencia, en fútbol, en intensidad, en corazón... Regresaron los pitos ante el esperpento y como aviso de que la grada no permitirá que vuelvan los recientes y oscuros tiempos pasados. Víctor tiene trabajo. La crisis no puede prolongarse en la Liga. Semana de terapia de grupo, de corregir errores.

El Mirandés avisó de que venía a dar guerra y no se cansó de hacerlo desde el segundo cero. Y lo peor es que el equipo coruñés fue el principal culpable de que los burgaleses campasen a sus anchas. El duelo se jugó bajo los parámetros deseados por Carlos Terrazas. Mucho juego directo, segundas jugadas. El conjunto de Víctor Sánchez del Amo no era capaz de hilvanar fútbol, mientras su rival sí que combinaba con cierto criterio en las pocas ocasiones que la pelota no estaba surcando el cielo de A Coruña.

El Dépor, excesivamente precavido, renunció a sacar el balón jugado, a imponerse desde el toque, desde su condición de equipo de Primera. Buscó no equivocarse, en vez de demostrar que es mejor. Y así el Mirandés estaba en su paraíso particular. Solo el gaseoso Fede Cartabia agitaba el ataque blanquiazul, solo Mosquera intentaba tocar. El problema es que a los rojillos les sobra intención y método, y les falta chispa, pegada arriba. Muchas aproximaciones y pocas ocasiones. Hasta que por fin golpeó.

Fue en otra internada por la banda derecha. Sangalli volvía a estar muy solo ante Luisinho y aprovechó el dominio que tenía sobre la jugada para ceder el balón atrás a Provencio que venía en carrera. El medio empaló un remate con el interior que poco a poco se fue alejando del área de cobertura de un Manu que pudo hacer algo más. El gol hacía patente la realidad: el Mirandés estaba siendo mejor y merecía eliminar a un Dépor inferior. Ni más ni menos.

El gol, además de mandarle a casa, ponía al equipo coruñés en una situación límite. Otro tanto del Mirandés era su tumba. Víctor era consciente de la gravedad de la situación y sacó la artillería. Cardoso y Juan Domínguez, al banquillo; y Álex y Luis Alberto, al campo. El Dépor quería activarse, meterse en el duelo y en la eliminatoria. Balas de fogueo. Dos jugadas con algo de vértigo y llegó la sentencia, pero en el área rival.

El Mirandés se encontró con una falta frontal y Abdón Prats la lanzó de manera magistral. El balón se ofreció a los rematadores. Ninguno pudo o se atrevió, pero el bote se envenenó y acarició el palo sin que Manu pudiese evitar el desastre. 0-2. También en esta ocasión pudo hacer más. Detalles nimios ante el tsunami que estaba engullendo al Dépor. Prácticamente decía adiós a la Copa. Necesitaba tres goles y daba la impresión de que necesitaría una semana para lograr medio.

Víctor recurrió entonces a Superman LucasSuperman , al que estaría bien no atribuirle tantos poderes sobrehumanos y rodearlo mejor. Con él, Luis Alberto y, sobre todo, Álex (el más digno de los catorce blanquiazules), el equipo coruñés buscó un imposible. Y tuvo la ocasión de meterse en el duelo. Una buena jugada de izquierda a derecha acabó en los pies de Fede Cartabia. El control se le fue larguísimo y Raúl le cerró la puerta. Pitos para el argentino. Ahí terminó de fenecer una remontada ya de por sí bastante moribunda.

Sangalli y Provencio calcaron la jugada del primer gol para hacer el 0-3. Capitulación. Arreciaron los silbidos, mucha indiferencia. Desengaño. Muchos se fueron en ese momento para casa. Este varapalo hay que mascullarlo con la almohada mientras se reza para que no suponga el anuncio de males mayores.