Hubo un tiempo en el que el Dépor no ganaba pero estaba bien. Tenía la suficiente fuerza mental y futbolística para creer en lo que hacía, para afrontar situaciones adversas. El sábado sí venció pero está lejos de la curación. Ese virus que empezó a tomar su cuerpo allá por diciembre le ha dejado unas secuelas más que evidentes. Está débil, se tambalea. Solo hay que plantarse ante un televisor y repasar los noventa minutos ante el Levante... Aniquiló su fútbol, muy propio y que en gran parte florecía con espacios y el viento a favor. Ahora le consumen las dudas y el cansancio. Eso sí, nadie niega los efectos terapéuticos del primer triunfo en tres meses. De hecho, el equipo y su entorno eran una tetera silbando y ahora que se ha aflojado la presión puede ir desapareciendo el ruido. Toca hacer el control de daños e intentar una recuperación integral. No será nada fácil.

Lo que no se le puede negar al Dépor en esta racha es que ha sido honrado afrontándola. Hubo y hay algo de autoengaño en la manera de comunicársela a sus aficionados y quedan a un lado los lunares de San Mamés y el Calderón. Pero, con todas sus imperfecciones, no ha rehuido la situación. Cada vez que se ha visto por debajo en el marcador, cada vez que ha fallado un pase, cada vez que le han empatado o ganado en el último minuto... Siempre le ha puesto la cara al bofetón y ha vuelto a entrar en el cuerpo a cuerpo, a fajarse. Así fue el sábado y, por fin, se llevó el premio que tanto estaba anhelando. Todo lo contrario le ocurrió al Levante. Ya sea por la coyuntura o los picos de forma, el equipo granota dio la impresión sobre el césped de tener un punto más que el Dépor. Era en gran medida una superioridad adormecida. No pisó a fondo y en ningún momento el acelerador del partido. No quiso. El conjunto coruñés no era capaz, pero sí lo buscaba. Solo hay algo peor que no poder y es no atreverse. Y más en la situación del Levante.

En un grupo plano, sin excesiva movilidad, consumido en la media y que ya no puede presionar, solo son rescatables los chispazos de Lucas y Luis Alberto, y una pareja que sostuvo al equipo desde la creación, Cani y Fede Cartabia. El mezclador y el agitador. El depósito de gasolina del aragonés es el que condiciona su importancia en el Dépor. Es un futbolista de una hora a un nivel sin igual en la plantilla. Mientras estuvo en el campo, dio sentido al equipo. Es la Angostura blanquiazul: dos gotas del concentrado de su calidad y mejora y redondea el cóctel en ataque. Con una de ellas abandonó la banda para lanzar a un toque a Lucas en el tanto de Luis Alberto. Una obra de arte. Si Cani aporta en la justa medida que dicta su físico, Fede es un torrente. Pide el balón y revuelve el partido. Justo lo que necesitaba un equipo que languidecía. A él nunca le quema la pelota. En un Dépor tan atenazado se hace duro verlo en el banquillo. ¿Serán compatibles sin que sufra en exceso el entramado defensivo? Mientras se resuelve la duda y los pupilos de Víctor Sánchez del Amo intentan coronar una salvación de la que aún les queda más por escalar de lo que creen, llega el derbi. Ganó el Dépor la ida y hay mucho que ajustar y confrontar. Y quince días para visualizarlo.

Toshack, los derbis y los cabrones

John Benjamin Toshack, que no perdió ningún clásico gallego, era casi más brillante en una sala de prensa que en un banquillo. Una de sus grandes creaciones delante de un micro fue aquella de "los once cabrones de siempre". Básicamente, el domingo después de una derrota, decidía que los iba a cambiar a todos y con el paso de la semana iba recapacitando y el viernes llegaba a la conclusión de que no le quedaba más remedio que repetir apuesta con sus adorados discípulos. Con el derbi de Balaídos pasa lo mismo. Tantas vueltas para volver al punto de partida. Hoy, después de ver al Celta en Valencia y al Dépor temblar frente al Levante, más de un seguidor coruñés está empezando a rezar su novena particular. Pero por suerte pasarán los días, se olvidarán las circunstancias de las últimas victorias, pesará la historia reciente y las diferencias se irán estrechando en la mente de deportivistas y celtistas. El sábado 2 de abril, habrá partido, mucho partido. Así es un derbi. Que se lo digan a Turu...