La distancia ha medido a Sidnei y a Germán Lux. El brasileño tuvo que irse mes y medio para que el deportivismo se frotase los ojos ante su partido en Balaídos y reparase en cuánto lo echaba de menos. El argentino se vio obligado a pasarse medio año en el banquillo y renacer para caer en la cuenta de que él siempre ha estado ahí, en las malas. Uno dominó el derbi, el otro hizo su último acto de servicio. Una ausencia y un regreso les han revitalizado, pero mejor le irá al Deportivo cuanto más cerca los tenga.

Sidnei jugó el clásico dos metros sobre el suelo. Era tal su dominio físico, mental y táctico que parecía levitar. A pesar de sus credenciales, los delanteros del Celta no le hicieron ni cosquillas. Siempre en el lugar adecuado, orientando al equipo, moviéndose lo justo para llegar a todas partes, dando confianza y respaldando a sus magullados compañeros. Con él Mosquera valía por tres, Arribas llegaba a todas partes, Fernando Navarro respiraba y todo el frente de ataque se sentía más acompañado. Fue el hilo de los vasos comunicantes de un equipo más armónico. Todo está en su halo, en lo que desprende y refuerza a su alrededor. Pero no gana solo. Antes de lesionarse frente al Espanyol, los blanquiazules con O Cabecinha tampoco eran capaces de salir de esa espiral de empates y derrotas del áspero 2016. Simplemente ha llegado en el momento justo para recolocar a un Deportivo que ya empezaba a salir del agujero. Forma parte de una columna vertebral que completan Mosquera y Lucas. ¿Quién de los tres es más importante para este equipo?

A Germán Lux le duró media hora el derbi. Esa rodilla que llevaba semanas avisando le torció el final de temporada en un mal gesto. El meta baja la persiana de su ejercicio y puede enfrentarse al espejo sin desviar la mirada. Con la imponente figura de Fabricio nadie contaba con sus servicios. El rol iba a ser claramente secundario. De repente, se vio con toda la portería para él y demostró algo que no es nuevo: si hay un problema, siempre se le puede llamar. Renovó cuando nadie se atrevía y responde cuando la soga aprieta y menos se le espera. Por momentos, ha sido la red de seguridad del Deportivo, algo impagable en tiempos convulsos. Más allá de las filias y fobias o de los gustos personales, hay que agradecérselo. Su lealtad, su compañerismo y su perfil bajo ante los reveses... Ya ha renovado y habrá tiempo para que lo sienta así.

Ahora llega la pirueta más difícil. El Deportivo debe sellar la salvación con dos guardametas fichados de emergencia: Manu y Pletikosa. La situación inquieta y no por una desconfianza personal. ¿Qué tercer portero de Primera División no genera intranquilidad en una situación límite? Casi ninguno. Y mucho menos se puede achacar a un problema de planificación cuando la secretaría técnica acudió al mercado a la mínima duda en torno a Fabricio y hasta en dos ocasiones. El alivio es que Manu ya calentó en Balaídos y que Pletikosa no transmitió malas vibraciones en San Mamés. La situación tampoco es extrema y el vestuario demostró mucha fuerza interior en Balaídos, a pesar de las tempestades. Portero nuevo, sin Lux, sin Arribas, sin Luisinho... Seguirán las pruebas, la exigencia no decrece. A por una permanencia.

Ajuste de cuentas

Es digno de estudio el bloqueo mental y futbolístico que ha sufrido el Celta esta temporada ante el Deportivo. Un abismo en la tabla, no en el cara a cara. El equipo vigués lleva tiempo intentando ajustar cuentas y ese anhelo casi visceral genera ansiedad. Pero hay más. La apuesta ofensiva sin descanso de Berizzo choca con un conjunto coruñés que varía sus registros y que hace daño con velocidad y espacios. Ya lo maniató en Riazor y si Fernández Borbalán no hubiera hecho acto de presencia por inacción, el desenlace podría haber sido muy parecido. Simplemente, se le da fatal. Un buen plan de un Víctor Sánchez del Amo, también revitalizado en este duelo, hizo el resto. Jugadores a punto, gran hoja de ruta... Pena de árbitro y de piedras en el camino.