La peor derrota de la historia deportivista en Primera División dejó heridas en los jugadores, en el técnico y especialmente en una afición abochornada por lo que sucedió el miércoles en Riazor. Fue el colofón a una segunda vuelta desastrosa de los deportivistas, que tan solo han sumado once puntos de 45 posibles, y el detonante de un toque de atención por parte del presidente, Tino Fernández. La tibieza posterior al partido dio paso ayer a la contundencia y desde la propia plantilla se calificó la goleada como una "vergüenza deportiva". Lo hizo Celso Borges, muy afectado por lo ocurrido en Riazor contra el Barcelona. "Estamos dolidos, obviamente, no son días fáciles por supuesto, y con una vergüenza deportiva bastante importante. Fue como fue y ya tenemos que ver lo que queda", admitió. "Ya nadie quiere volver a pasar por lo que vivimos ayer (por el miércoles)", añadió.

Un equipo descompuesto. El conjunto de Víctor Sánchez del Amo tocó fondo el miércoles en Riazor. Fue un muñeco en manos de un Barcelona muy por debajo de su nivel de máximo rendimiento y tan solo durante un tramo muy limitado de la primera parte logró plantear batalla. El planteamiento se demostró fallido, pero por encima de todo sorprendió el hundimiento de un equipo que ya había dado muestras de cansancio.

Víctor, señalado. El técnico sorprendió con una alineación sin jugadores zurdos y la idea de protegerse de una supuesta ambición azulgrana que no terminó de producirse. Los goles llegaron como consecuencia natural de la actuación deportivista ante un Barcelona frágil en defensa y con un ritmo más propio de pretemporada. No hubo amago de reacción por parte del técnico cuando pudo modificar el guión tras el descanso ni tampoco dio orden de frenar la sangría que se produjo en la segunda mitad cuando el conjunto de Luis Enrique vio la oportunidad de enjugar con goles sus sinsabores recientes.

Sin rastro del Dépor de la primera vuelta. Si de algo podía presumir el Deportivo en el primer tercio de la temporada era de competir en todos los escenarios y ante todos los rivales, de hecho el empate del Camp Nou se cimentó sobre ese espíritu, pero ese rasgo se ha ido diluyendo conforme han transcurrido las jornadas hasta la pérdida completa de orgullo del miércoles. El equipo se ha ido acomodando en el conformismo de una salvación encarrilada desde hace meses hasta dejarse llevar sin más ambición que una meta que veían cercana, pero que ahora no terminan de cruzar. A falta de cuatro jornadas, el equipo no está salvado y se podría ver en apuros mayores si mañana en Eibar no logra una victoria que espante del todo las dudas de las últimas semanas.