Mucha tensión liberada a eso de las siete de la tarde entre los numerosos aficionados blanquiazules que se reunieron en bares, sedes de peñas y cafeterías para seguir en directo el partido de El Madrigal. Pocos confiaban en el triunfo aún ganando por dos goles cuando faltaban diez minutos. La experiencia lleva a ser cautos y temerosos en el caso del deportivismo. Fueron tantos los golpes que nadie celebra nada hasta que el partido está más que concluido. Y sí, poco antes de las siete la gente empezó a respirar, aunque había quien dos horas más tarde no se creía que el equipo blanquiazul había ganado. Es la segunda victoria en todo 2016, escaso bagaje para un equipo que se había convertido en revelación durante el último cuarto de 2015.

Pero ya está, como decía la mayoría. En lugares de reunión habitual de deportivistas o en otros en los que la presencia casual fue ayer otra cosa. Donde se dieron cita algunos que no son habituales en Riazor, ni tan siquiera se sientan ante el televisor, pero que querían estar pendientes de lo que sucedía en la ciudad castellonense. Una vez que Estrada Fernández pitó el final llegó la paz y el sosiego. Este año se dejó de sufrir a falta de una jornada. Ahora les toca a otros -Getafe, Sporting y Rayo Vallecano- esperar a ese último partido para conocer si seguirán en la elite o se irán a Segunda.

También los futbolistas lo celebraron en el césped con sus seguidores, los 300 desplazados desde A Coruña y otras partes de Galicia, desde Barcelona y desde Madrid para estar con sus futbolistas en este último desplazamiento. Y esta vez mereció la pena. El equipo ganó, pero además ser partió la cara, que es lo mínimo que se les puede pedir a los profesionales. También los jugadores lo celebraron en los vestuarios. Y de vuelta en el regreso en el chárter, que se demoró más de lo previsto para aterrizar en Alvedro bastante pasada la medianoche. Varios aficionados habían subido hasta el aeropuerto, pero acabaron retirándose debido al retraso del vuelo. Tiempo habrá para seguir celebrándolo.

Ahora es tiempo de relax, de cerrar la temporada ante el Madrid, partido que se tendría que convertir en una fiesta. En una fiesta dedicada a la afición, a esa que lleva meses -años- dando la cara con escasas recompensas para tanta entrega.