Llegó cuando Riazor purgaba en Segunda y todo el mundo le torcía el morro al Dépor, protagonizó más de un incidente desagradable y se acaba de hacer fuerte como interior cuando el equipo se desangra por las bandas... Luisinho no frecuenta lugares confortables. No es protagonista ni lo requieren cuando el viento sopla a favor pero para bien o para mal siempre hace su aparición en los momentos críticos. Ya sea porque escasean los puntos, porque no mide, porque algún fichaje no termina de responder o porque la planificación necesita unos días de prórroga. El portugués es un elemento difícil con un pasado del que lleva meses redimiéndose, pero que obliga a estar alerta. A pesar de todo, se ha ganado una segunda oportunidad y en días como el del sábado su presencia cobra relevancia y adquiere lustre.

Pocos futbolistas ejemplifican mejor la expresión fondo de armario aplicada al fútbol. Una prenda que sienta bien en todas las ocasiones. Su rol no le encamina hacia el once, aunque sus diferentes momentos de forma pueden llevarle a disfrutar de periodos de titularidad en el equipo. De repente, brota su fútbol y, sobre todo, su fiabilidad, consistencia y polivalencia cuando más lo precisa el Dépor. Tiene 31 años y seguro que su carácter volcánico le ha impedido alcanzar altas cotas, más allá de un fugaz paso por el Benfica, que al igual que el resto de grandes portugueses acapara por sistema casi cualquier talento que despunta en la clase media lusa. Hoy redondea y da otra dimensión a la plantilla coruñesa. Le queda un año y medio de contrato y está ante la posibilidad de aclarar los borrones de una trayectoria con claroscuros. Más allá de las diferencias, Riazor es receptivo para que se despida en condiciones del fútbol de élite. Tiene tiempo y escenario. Lo agradecerán el Dépor y Garitano, que siempre tuvo claro que el mercado de fichajes no le iba a ofrecer nada mejor.

No es la primera vez que Luisinho disfruta de una segunda oportunidad. Su trayectoria está plagada de ellas y también puede jactarse de que no dejó de buscarlas. No salió de la cantera de un grande, picoteó en gran medida en equipos menores del gran Oporto (Vila do Conde, Moreira de Conegos, Vila das Aves...) y con 26 años estaba en la segunda portuguesa. Quince meses después asaltaba la Champions. El Dépor fue la red de seguridad en ese salto descontrolado hacia la élite después de cocinarse a fuego lento. Esa trayectoria le obligó a tener la paciencia que a veces no parece mostrar. En los últimos meses la volvió a ejercitar después del perdón del verano. Sigue su evaluación continua y, por ahora, está sacando nota.

Toda esa consistencia que evidencia Luisinho es la que le falta a Marlos Moreno. Lógico. Por algo le separan más de una década en el DNI y su fisonomía y sus orígenes como futbolistas son totalmente diferentes. Al colombiano le está consumiendo la experiencia europea. Estaba claro que el aprendizaje iba a tener sus peajes, le pesan las pocas vacaciones tuvo este verano y que en los meses previos a su fichaje todo le había salido de cara. Llegaron las dificultades, las que curten, y ante el Villarreal empezó a asomar la cabeza.

Si el City se fijó en él y no escatimó dinero, es que su potencial no es escaso. Nadie duda de sus condiciones, pero las cesiones tienen fecha de caducidad y por desgracia requieren rendimiento casi inmediato, más en un equipo con aspiraciones limitadas. Ahí empiezan los debes en su situación. El día que debutó, Riazor jaleaba cada medio regate que intentaba. La expectación se convirtió en estado de alerta y exigencia, mientras él se iba retrotrayendo. No hay nada peor que dudar, que la cabeza agarrote las ideas y las piernas. Y es lo que le pasa. El sábado dio muestras de que algo está comenzando a cambiar. Los errores se volvieron a suceder, insistió y acabó encontrando alguna pepita de oro. Riazor reconoció el esfuerzo, su calidad y, sobre todo, la valentía para seguir intentándolo. Lo despidió con una ovación, ojalá sea la primera muchas. La competencia ha aumentado y como sus prestaciones no aumenten ya de manera exponencial, Ola John y Kakuta le van a pasar por la derecha.

La tentación

El Dépor hizo una gran demostración el sábado. No fue como las de diciembre, aquellas eran arrolladoras. Pero el equipo que se midió al Villarreal tenía un gran cuajo. Esa capacidad que demostró para, a pesar de las dificultades, exprimir lo que tiene y demostrar que ha dado un paso al frente y sigue en pie preparado para evolucionar es de un mérito incalculable. El fondo de la tabla no para de conceder respiros y sigue teniendo menos puntos de los que merece, ojalá que en Gran Canaria empiece a cobrarse lo que le deben. Mientras tanto, no debe bajar la guardia. Hace un año tenía 27 puntos y no hace falta mentar el desenlace de Liga.