La destitución de Garitano ha supuesto una liberación para parte del deportivismo. Foco de las frustraciones de los últimos años, el vasco se marcha de Riazor. Quizás más tarde de lo que muchos quisieran y, partido arriba, partido abajo, en el momento que la situación lo requería. Volantazo. Su destierro de A Coruña fue para muchos una fijación desde el principio. El paso de las semanas y la inconsistencia del grupo que lucía han convertido en lógica la destitución. Ni ataque por sistema ni defensa por decreto. Tu equipo habla por ti.

Personalmente nadie debe desear que alguien se vaya a la calle y más con el trato exquisito a la par que contenido de Gaizka, pero la situación no ha sido injusta para él. Sí, hubo condicionantes que jugaron en su contra (Lucas, Babel, árbitros...); también tuvo tiempo y material humano. No es un despido a destiempo ni con el paso cambiado. El esperpento de Leganés no se sostiene y menos la dinámica de las últimas semanas. "Dejamos al equipo en Primera y fuera de descenso", se apresuró a argumentar en más de una ocasión en su despedida. Lo primero está por ver y lo segundo es una coartada con trampa cuando se salva de la quema por los pelos en el descenso más barato de la historia. Garitano se va dando la mano y hay que tendérsela. Todo austero, como él. Ha sido trabajador, honrado, educado... Una buena persona. Es de agradecer, no justifica. El fútbol exige más, a los mejores.

Ahora le toca acertar en el sustituto a la secretaría técnica del Dépor. Sus elecciones recientes impiden no desconfiar en esta faceta. El adecuado en el momento justo, en un mercado reducido y cuanto antes. Tarea para nota, pero dinero hay más que suficiente en caja. El caso reciente de Gaizka da algunas claves. Hizo una gran labor de saneamiento de vestuario, pero se encontró entre manos con un campeón de Liga en horas bajas y le costó conectar a nivel emocional y balompédico. Falta de cintura. Otra de las preguntas es si su labor anterior como artesano le convertía en el adecuado para tejer este cesto con una buena pero delicada materia prima. ¿Se ajustaba su perfil a lo que necesitaba el grupo?

Su marcha puede conducir a una falsa realidad. Él ya no está, todo va bien. Garitano, el palo en la rueda de la bici que impedía que todo fluyese, marchase. Falso y peligroso. Los problemas del Dépor no empiezan ni acaban en él, van más allá. Hay que recomponer las piezas de un equipo destrozado anímica, futbolística y físicamente. Un grupo endeble en las dos áreas, consumido por las dudas y con jugadores clave naufragando, fuera de forma. Mucho trabajo con cuatro partidos en dos semanas, con el descenso acechando y la Segunda asomando. Riazor será clave. Para eso la afición tiene que seguir ejercitando la paciencia y el club, sin populismos, debe ponerse en su piel al designar al nuevo técnico. Ya lo ha hecho con la apuesta por Pepe Mel. Tiene experiencia en Primera, nada le aleja de la grada y ahora solo necesita tranquilidad a su alrededor para que su mano se note. Tiempo no va a tener, al menos que sienta el apoyo.

El Dépor y las redes sociales

Los jugadores, maniatados por sus clubes y con necesidad de público, optan en los últimos tiempos por compartir sus experiencias, incluso su vida privada, en las redes sociales. No son una mala herramienta, tampoco deben servir para alimentar la sensación de que viven en una torre de marfil. Seguramente no sea así. Sienten, padecen, están dolidos por la debacle de Leganés, pero desde que el árbitro señaló el final del partido y durante el sábado y el domingo no hubo noticias de ningún deportivista. Los que suelen ser hiperactivos desaparecieron. Al final el Facebook, el Instagram y el Twitter son canales que tienen para comunicarse con su gente y no habría estado de más un perdón, un lo siento y más hacia esos 300 incondicionales que estuvieron en la grada, a pesar de que el duelo ya amenazaba con nubarrones. Hace una semana fue la espantada ante el Alavés, un mal detalle que fue corregido el sábado; seguro que no volverá a pasar. Pero tienen que desarrollar el tacto, la empatía con esa fuerza que les alimenta, que siempre está ahí y que a veces necesita que le den razones para seguir creyendo. Garitano ya no está y a muchos ya se les acabó ese paraguas en todos los sentidos.