Cuando Riazor entonó el himno gallego fue el único momento en que aficiones de Deportivo y Celta se pusieron ayer de acuerdo. Una imagen para el recuerdo. El estadio, a tope, luciendo el blanco y azul mientras se escuchaba el himno de Galicia con más fuerza que nunca. No faltó el tifo de las grandes ocasiones. As túas vitorias, o noso legado, se leyó en Maratón.

Se podría decir que Manuel Murguía se vistió de gala. Pero fue la ciudad entera la que se despertó teñida de blanquiazul. En el Día del Padre, y con sol, el paseo al lado del mar era una obligación. Y no faltaron las bufandas, camisetas y banderas del Deportivo en ese camino entre Orzán y Riazor. Y eso que el derbi estaba marcado para las 18.30 horas. En algunas terrazas se podían encontrar aficionados del Celta. Lo que demuestra la cordialidad del clásico gallego. Había familias que mostraban con orgullo el conflicto de intereses que cohabita en sus casas. Peor recibidos, quizá, fueron los celestes que llegaron escoltados en 13 autobuses y que lucían banderas portuguesas. El "Vigo no" fue uno de los cánticos más repetidos de la tarde. Ya lo habían escuchado un poco antes los hombres de Eduardo Berizzo, que llegaron al estadio a las cinco. Más de mil personas dedicaron todo tipo de palabras al Celta y en especial a Iago Aspas. Le recordaron, además, que sus "copas son todas de cristal". Los coruñeses, no obstante, más que gastar las fuerzas en el rival se centraron en animar a su Dépor. "Échale huevos" fue el grito de guerra. Solo valía ganar. Y además, recordar que nada tienen que ver con los vecinos: "El que no baile, es un celtarra". Y así se movía todo el estadio.

Con el calentamiento de ambos equipos, ya empezó la fiesta, aunque ya por la mañana Abegondo fue el escenario del derbi entre artistas y personalidades. Silbidos a los vigueses, y ovaciones a los locales, que también se dirigieron a la grada para dedicarle unos aplausos durante sus ejercicios previos al choque.

La afición del Celta que se desplazó ayer hasta A Coruña -casi un millar- se colocó en Preferencia Superior Lateral con la intención de hacer algo de ruido. Pero con un Riazor a reventar y muy entregado, era imposible que alzasen la voz. El Deportivo se sentía arropado y a cada intento de crear peligro en los dominios de Sergio, recibía un grito de ánimo a cambio. La conjura de los hombres de Pepe Mel en medio del campo antes del pitido inicial ya dejó claro que también para ellos era una cita muy especial.

El 0-0 en el marcador se prolongó durante toda la primera mitad pero la ilusión en los deportivistas permanecía intacta. También hubo tiempo para las quejas al árbitro. Martínez Munuera señaló falta a unos metros del área celtista y acto seguido mandó a los jugadores al vestuario. Protestó el Deportivo y también los aficionados. Pero no hubo más remedio que dar la bienvenida al descanso.

La ocasión más clara de los coruñeses y, por tanto, el máximo momento de euforia hasta el momento, se dio justo en la reanudación. Borges le robó el balón a un despistado Beauvue pero no fue capaz de aprovechar la ocasión. Aunque sí reencendió la chispa de Riazor, que retomó los cánticos para seguir con la fiesta del fútbol gallego en la segunda mitad. Una reunión a la que acudieron 30.809 espectadores. La mejor entrada de la temporada. Y todas las voces se escucharon. Sobre todo en el "Deportivo alé". Maratón empezó y Pabellón contestó. El resto del estadio, aplaudió.

Seguía sin llegar algo que la afición ansiaba. Recordando cómo disfrutaron los blanquiazules en su partido contra el Barcelona, querían más y así se lo hicieron saber: "Oh, Deportivo, mete un gol". El que escuchó y obedeció fue Iago Aspas. Lo que vino después, fueron gritos en su contra. Sobre todo porque celebró su tanto delante de los Riazor Blues. Ya en Balaídos había celebrado sus goles ante la grada de los deportivistas -después pidió perdón- y ayer repitió ante los Blues, que estaban detrás de la portería de Lux. Un gesto al que no replicaron los seguidores blanquiazules, pero que podría haber acarreado alguna reacción inadecuada y el consiguiente castigo para un club al que el Comité Antiviolencia no deja de acosar con las multas por las pancartas de Maratón.