Los Deportivo-Valencia fueron en alguna época partidos de alto riesgo -ya no solo en el sentido que le da ahora la Comisión Antiviolencia- a causa de una rivalidad surgida por un gesto inadecuado en el lugar y el momento equivocados. Fue en 1994 cuando González levantó el puño al aire en Riazor tras detener un penalti lanzado por Djukic que, de haber marcado, le hubiera dado la primera liga al club coruñés. Al año siguiente el equipo blanquiazul se tomó la revancha y conquistó su primera Copa del Rey. Lo hizo en dos etapas, y aquí comienza la historia porque hay otro enfrentamiento entre deportivistas y valencianistas que se tuvo que disputar en dos fechas: la vuelta de los cuartos de final de la Copa del Rey de 2006.

De sobra es conocido que el 24 de junio de 1994 tuvo que suspenderse la final de este torneo por la fuerte tormenta que cayó sobre Madrid e inundó el Santiago Bernabéu. Quedaban pendientes once minutos para resolver quién sería el ganador. Tres días después Alfredo Santaelena firmó la sentencia valenciana. Transcurridos once años, ambos equipos tuvieron que dirimir la clasificación para las semifinales del torneo del KO en tres fechas distintas (la ida en Riazor el 19 de enero y la vuelta en Mestalla, que empezó el 26 de enero y finalizó el 1 de febrero). Una agresión a un asistente del árbitro motivó que Megía Dávila suspendiese el choque en el minuto 44, cuando los valencianistas celebraban el 1-0 que empató la eliminatoria.

Hace once años había una enorme tirantez entre el valencianismo y el deportivismo por las diferencias que se habían producido durante los partidos entre estos dos equipos. Los chés dejaron a los blanquiazules sin la Liga en 1994 cuando no se jugaban nada; los blanquiazules se impusieron en la final de Copa del 95 y también en la Supercopa de España de 2002 a la que los levantinos llegaban como campeones de Liga y los coruñeses como vencedores en el Centenariazo. Mala cosa esa de dejar a los de Mestalla sin dos títulos que entendían que ya tenían entre las manos.

Por eso, cuando el Valencia ganó en Riazor en la última jornada de la campaña 2010-11 y el Deportivo descendió, los seguidores valencianistas se tomaron su revancha. También guardaban en la memoria aquel partido suspendido de 2006 a causa del lanzamiento de un objeto desde la grada que impactó en la cabeza de un asistente causándole abundante sangre. Incluso al final del partido la policía cargó contra un numeroso grupo de aficionados locales que se agolparon a las puertas de Mestalla. El gol del empate, anotado por David Villa, enervó a la grada y también a los futbolistas, que jugaban con diez tras la expulsión de Marchena en el minuto 8 por agredir a Arizmendi. Y la sangre llegó al césped, por eso el árbitro mandó parar.

El Deportivo no quería que se jugasen los 46 minutos que faltaban, incluso llegó a acudir a los tribunales, pero finalmente hubo que reanudar el choque -un minuto de la primera mitad y 45 de la segunda- a puerta cerrada. Dos centenares de seguidores valencianistas se habían dado cita en las puertas del estadio e incluso siguieron el partido a través de una pantalla gigante, a pesar de que el Ayuntamiento había prohibido su instalación. Un ambiente tenso en el exterior, demasiado. En el interior del estadio estaban solo los protagonistas y la prensa, además de los dirigentes. Una situación extraña. "A la semifinal en silencio" había titulado LA OPINIÓN el 2 de febrero de 2006, tras la clasificación de los blanquiazules. El Deportivo había marcado de penalti en la segunda parte al transformar Víctor Sánchez un penalti que Albelda había cometido sobre Senel. Empate a uno y el Deportivo se metió en semifinales.

¿Senel? José Manuel Lafuente Garrido, un atacante nacido en Vigo y que el Deportivo había birlado al Celta para foguearlo en el Fabril. Su buen hacer en el filial provocó que Joaquín Caparrós le diese minutos en el primer equipo, y en aquella reanudación de Mestalla salió desde el principio. Fue el protagonista. Tuvo sus minutos de gloria en este partido y en tres más de Liga, entre ellos el del Valencia, tres días después de la Copa, pero el técnico andaluz acabó olvidándose de él, como de tantos otros.