La realidad del partido del pasado viernes ante el Espanyol es que el Deportivo ha sumado su primer punto de la era Seedorf. Esto es lo único objetivo e incuestionable, al margen, por supuesto, de los datos que el partido ha dejado.

Deportivo y Espanyol expusieron sobre el terreno de juego la realidad de sus actuales situaciones y lo que parece ser su trayectoria en la Liga. El partido fue intenso, carente de calidad y sin dominador claro hasta el momento en que Seedorf da entrada al Emre Çolak y Diego López aborta un penalti bien lanzado por Lucas.

A partir de ese momento el Deportivo se hizo con el mando del partido a través del balón. A base de acciones combinativas no exentas de verticalidad, dejando a un lado el juego directo al que había recurrido desde el inicio del encuentro, con Pedro Mosquera sacando a relucir su mejor versión en la creación de juego ofensivo, los blanquiazules se hicieron merecedores de un mejor resultado que el empate sin goles.

Otra realidad es que tras el innegable esfuerzo realizado por los futbolistas locales, el equipo no consigue ocultar sus carencias. Defensivamente sigue ofreciendo lagunas, y ofensivamente la misma inoperancia tanto para generar situaciones previas al gol, como para concretar las pocas que llega a tener. Para colmo, ni desde el punto de penalti se consigue marcar. Todo esto ante un rival que, según reconoce su propio técnico, ha entrado desde hace unas jornadas en clara involución.

Desde el punto de vista de las sensaciones, siempre subjetivas puesto que cada uno las percibe y valora de diferente forma, y aún desde la mejor de las percepciones, el bosque de la realidad nos dice que para ganar partidos hay que marcar un gol más que los rivales, y que aun mejorando el aspecto defensivo, al Deportivo le falta lo más caro de conseguir en el fútbol: el gol. Tenemos pues delante, un árbol de sensaciones ante un bosque de realidades. Allá cada cual.