La expedición al Gran Burato financiada por la Xunta regresa a tierra tras completar con éxito la primera etapa de su campaña. Los quince investigadores de Galicia, Aveiro y Granada, junto a los nueve expertos de la Unidad de Tecnología Marina del CSIC y la tripulación del Sarmiento de Gamboa, tomaron tierra ayer por la tarde cargados de información de "calidad excelente" sobre el mayor cráter submarino generado por una explosión de gas.

Los datos sísmicos y de los sedimentos, que ya se han comenzado a analizar a bordo del buque, desvelarán antes de final de año, y tras las correspondientes interpretaciones, cómo se formó el cráter situado a 200 kilómetros de la costa gallega y qué posibilidades existen de que se consoliden los indicios de un gran yacimiento. Si el resultado es prometedor, explica el catedrático gallego Daniel Rey, serían necesarias nuevas investigaciones con técnicas más sofisticadas y una perforación para determinar la cantidad de gas disponible.

El Sarmiento de Gamboa ha vuelto a Vigo tras nueve días en altamar para cargar nuevos equipos técnicos con los que los expertos obtendrán hasta principios de noviembre, cuando se prevé que concluya la campaña, datos del subsuelo y la fauna bentónica de la zona.

La misión volverá a poner rumbo al 4242GGMP o Gran Burato "mañana por la noche o el jueves" una vez desembarcado el material utilizado, que será trasladado a las instalaciones del CSIC en Porriño, y sustituido por otros equipamientos. A la expedición se unirá el biólogo de la Universidad de Vigo Fran Ramil para investigar si hay fauna característica en la zona.

Científicos y técnicos llegaron "muy cansados", ya que la recogida de datos ha sido continua día y noche, aunque para reponerse de sus turnos han contado con el buen hacer de dos cocineros gallegos. "Hemos comido muy bien. Hoy (por ayer) nos ha tocado pulpo", comentaba Belén Rubio, coordinadora de la campaña junto a Daniel Rey.

El Sarmiento de Gamboa partió a última hora del día 22, pero las adversas condiciones meteorológicas impidieron desplegar los equipos sísmicos "a pleno rendimiento" hasta el 19. Mientras tanto, se desplazaron a zonas cercanas para realizar batimetrías de la superficie submarina y también cartografiaron otros cráteres de menor tamaño.

En cuanto el tiempo lo permitió, se desplegaron sobre el Gran Burato diez cañones de aire de unos veinte metros que generan explosiones audibles desde el barco cada veinte segundos y que dan lugar a una sonda acústica capaz de penetrar varios kilómetros en el subsuelo. Cuando la sonda rebota con los sedimentos genera unas señales que son recogidos por el streamer, una manguera de dos kilómetros de longitud que se larga desde la proa. Durante las viradas del barco las explosiones se interrumpen y, durante estas maniobras, los científicos pudieron disfrutar de la compañía de ballenas: "No interrumpieron para nada nuestro trabajo. Seguimos el protocolo de protección de mamíferos y en cuanto desaparecían de la vista iniciábamos las explosiones con poca intensidad para ir aumentándolas lentamente".