"Desde pequeña siempre estuve vinculada al mar. Mis padres me llevaban todos los domingos al puerto para ver los trasatlánticos. Tenía claro desde un principio que quería que mi trabajo estuviese relacionado con los barcos y el medio marino. Al acabar el Bachillerato, me puse a estudiar Maniobra y Navegación. Cerca de mi casa había un cartel de captación y en él había una mujer marinero. Con 19 años, dejé los estudios y me incorporé a la Armada española". Así recuerda la gallega Andrea Prado Espiñeira (A Coruña, 1987) la llamada del Ejército, con la que tendría años después una de las experiencias más "increíbles" de su vida: el viaje al Polo Norte con el buque Hespérides.

La sargento Prado es una de las cientos de gallegas que forman parte de las Fuerzas Armadas españolas donde la mujer entró a raíz de un real decreto de 1988.

A pesar de esta tardía incorporación, en la actualidad, las féminas superan el 12% del total de la plantilla, situando al Estado español entre los primeros de Occidente en porcentaje de mujeres militares.

En la actualidad, cualquier mujer que entre en las Fuerzas Armadas puede optar a la convocatoria sin distinción de cuerpos ni escalas. Pero no siempre ha sido así. Fue en el año 2000, con otro decreto, cuando se abrió la puerta a la mujer al ejército sin limitaciones. Como resultado, hoy en día, se pueden localizar mujeres gallegas en la tropa, en la escala de suboficiales pero también de oficiales, suponiendo esta última la de más alto rango.

En esta, se encuentra la ferrolana Alba María Lamas Lage, de 29 años y que actualmente es alférez de navío del cuerpo de ingenieros de la Armada.

Desde Ferrol, donde está destinada, recuerda que su vocación militar germinó cuando aun estudiaba en el instituto.

Entonces, su sueño era ser oficial, así que hacia ahí encaminó sus pasos. "Pensé que lo más adecuado sería formar parte del Cuerpo de Ingenieros de la Armada. Así que, en octubre de 2002, comencé mis estudios de Ingeniería Naval en la Universidade da Coruña. Después de acabar la carrera y aprobar una dura oposición, haría mi sueño realidad ingresando el 1 de septiembre del 2008 en la Escuela Naval Militar, donde cursaría mis estudios militares", recuerda.

Cuando comenzó, Lamas Lage formaba parte de la primera brigada. Esta estaba formada por cerca de 90 alumnos. De ellos, solo ocho eran mujeres. "En el resto de cursos, el porcentaje era similar o menor", aclara.

Tras pasar por la Escuela Naval de Marín y la Escuela Técnica Superior de Ingenieros de Armas Navales en Madrid, Alba Lamas se convirtió en alférez y actualmente está destinada en la inspección de construcciones de Ferrol. "Realizo trabajo de inspectora de buques de nueva construcción, es decir, de los buques que Navantia construye para la Armada. Mi destino lo formamos 18 oficiales, de los cuales, tres somos mujeres".

En la escala de suboficiales se encuentra Andrea Prado Espiñeira. "Mi primer destino fue, en Cartagena, el buque oceanográfico Hespérides. Realicé en él el primer viaje que hizo un barco militar al Ártico. Fue una experiencia increíble, de las mejores de mi vida. Uno de los recuerdos más simbólicos fue que el día de la Virgen del Carmen. Para celebrarlo, bajamos a jugar partidos de fútbol sobre el hielo. Fue impresionante", rememora.

Tras el Hespérides, enlazaría con la VI Cuadrilla de Aeronaves de Rota, en Cádiz, y más tarde, los exámenes para suboficial que aprobó. Como resultado, su destino actual es la Escuela Naval de Marín. Allí, está en una lancha de instrucción, que simula un barco de la Armada, equipado totalmente para que los alumnos se adiestren en él. Al pensar en el pasado, Prado Espiñeira recuerda cómo su madre siempre tuvo conocimiento de sus ansias de entrar en la Armada. "Sin embargo, a mi padre intenté ocultárselo. El día que fui a hacer las pruebas al centro de reclutamiento recibí un mensaje que decía: 'Ánimo y a por todas'. Era de mi padre.", rememora con una sonrisa.

Quienes también obtuvieron el apoyo de sus padres para la consecución de sus sueños fueron Lamas Lage y la cabo Esperanza Grela Vila (Ferrol, 1975). Esta última -destinada en la Brilat pontevedresa, la única unidad operativa del ejército de tierra en Galicia, de hecho, lleva el nombre de Galicia VII- confiesa que siempre quiso "ser militar" donde, de momento, es escribiente, en la cuarta sección del batallón del cuartel general, en trabajo de oficinas.

Cuando comenzó, realizaban la instrucción en su núcleo de reclutas 150 personas, de las que 10 eran chicas.

Esperanza Grela ha formado parte de dos misiones en el extranjero: Irak, en 2003, y Afganistán, en 2005. "Tenía muchas ganas de ir porque estás aquí todos los días para prepararte para algo así. Daba un poco de miedo pero fue una buena experiencia. En nuestro contingente, en Irak, muchas mujeres no éramos. En mi grupo logístico, podíamos ser unas 10 frente a 80 hombres". En la Brilat, en Pontevedra, las mujeres suponen el 14% de los aproximadamente 2.100 militares destinados.

Desde la Escuela Naval de Marín, Andrea Prado señala que "cada vez hay más chicas. Ya no es extraño verlas, se ve más normalizada la situación". También cree que las nuevas alumnas entran con más información de la que disponía ella. "Cuando empecé, lo que más temía era que me cortaran el pelo. Yo creo que las chicas ahora no tendrán miedo a que les rapen el pelo como tenía yo", comenta entre risas.

Al recordarle que aun hay personas que recelan de la presencia de la mujer en las Fuerzas Armadas, plantea: "¿Y por qué no va a encajar bien una mujer y sí un hombre?".

La Brigada de Infantería Ligera Aerotransportable Galicia VII tiene su sede gallega en Figueirido (Pontevedra). Entre hombres y mujeres militares, se contabilizan alrededor de 2.100 personas. De estas, un 14%, según los datos facilitados por la Brilat, son mujeres.

El porcentaje supera la tasa media femenina en Brigada (compuesta por bases en Galicia, Asturias y Valladolid) y también el promedio femenino en el Ejército español (12,5%).

Además de la base en la ciudad del Lérez, la Brilat cuenta con otra en Siero (Asturias), donde hay un regimiento de infantería con dos batallones. Otra se ubica en Valladolid donde está el grupo de reconocimiento de caballería Santiago VII.

Para la cabo Esperanza Grela, la división mental entre sexos en esta base ya no existe. "No hay percepción de mujeres u hombres. Somos todos iguales. En mi compañía, estuve tres años siendo la única mujer", apunta.

En el caso de la Escuela Naval Militar de Marín, según los datos facilitados por la propia institución, actualmente el personal militar asciende a 325 personas, de las que 51 son mujeres, lo que supone el 15% del total. Se trata de la cifra más alta lograda por el sexo femenino en la escuela desde que se dio luz verde a la presencia de la mujer en la Armada.

En Marín, hubo que esperar al año 2002 para encontrar a la primera mujer suboficial, y al ejercicio de 2003 para tener la primera oficial. En la actualidad, de las 51 chicas que se encuentran en esta escuela militar, dos son oficiales y otras dos son suboficiales. El resto está compuesto por personal marinero (de tropa).

En cuanto al alumnado, en este curso -cuya entrega de despachos será el 16 de julio coincidiendo con su patrona, la Virgen del Carmen- un total de 34 mujeres cursan estudios militares en Marín.

La cifra no es la más alta de los últimos años. El número más grande se registró en el curso 2004-2005 cuando se alcanzaron un total de 63. Mientras no reciben el despacho, las jóvenes reciben el tratamiento de dama alumna, variando de aspirante a alférez de infantería de marina dependiendo del curso en el que se encuentren.

En el curso de 1988 entraba en la Escuela Naval Militar de Marín la primera alumna. Se trataba de María Belén Rivero, una madrileña licenciada en Medicina y de familia militar, que disfrutó en aquel año de una habitación individual para ella sola, cuando sus compañeros o las actuales alumnas deben compartir su camarote. Era el privilegio de la primeriza. También en Marín se formó la que acabaría siendo la primera mujer en gobernar un buque de la Armada en España, Esther Yáñez. Esto último acontecía en mayo de 2005.

Su primer patrullero fue el Laya y su cara así como su historia se conoció en medios de comunicación de toda España. No era de familia gallega pero su carrera profesional quedó vinculada a Marín donde se formó.

Otro nombre femenino que figura en la historia de las Fuerzas Armadas españolas, aunque en este caso no por un hecho feliz, es el de la gallega Idoia Rodríguez Buján.

La joven lucense falleció en Afganistán cuando la ambulancia blindada que conducía explotó a consecuencia de una mina. En su recuerdo, el Ministerio de Defensa ha establecido un premio en su nombre para reconocer la labor de una mujer militar cada año.