"No recuerdo la primera vez que oí hablar de mi abuelo", señala Valentín García Bóveda, también vicepresidente de la Fundación Alexandre Bóveda, quien sí recuerda ya con siete u ocho años ir por la calle con su abuela y que le hablaran de él. También le recordaba la hija de Filgueira, Teresa Filgueira, que era su profesora de gallego y siempre decía que era un orgullo "tener un Bóveda en su clase". La fecha del asesinato del político gallego - el 17 de agosto de 1936- se conmemora cada año como el Día da Galiza Mártir para recordar su figura, pero también a todas las personas que sufrieron la represión franquista y que en Galicia se calcula que superarían los 5.000 casos solo durante la Guerra Civil (1936-1939).

-Con poco más de 30 años su abuelo era capaz de disertar cinco horas seguidas sobre el Estatuto sin consultar sus notas, ¿cómo era?

-Entonces no se hacían las pruebas para determinar si era un superdotado, pero viendo empíricamente lo que consiguió hacer hasta los 33 años, lo era. Tristemente a Bóveda se le conoce más por su martirio que por sus logros en vida. Pero más allá de esa habilidad para los números tenía muy claro su objetivo, de modo que podía hablar de ello muy bien. Y se conoce poco su carácter conciliador. De hecho esa subida del Partido Galeguista de 300 a 3.000 afiliados en meses se debió a que cuando hablaba era dialogante. Los jóvenes de entonces, como Avelino Pousa Antelo o Isaac Díaz Pardo, recordaban cómo hablaba y, sobre todo, cómo conseguía unir en el partido diferentes opiniones, conciliarlas para que todos trabajasen con un objetivo común, dejando de lado las ambiciones personales, justo lo contrario de lo que ocurre ahora en la política gallega.

-Un talante diferente del que se estila en la política actual.

-No sé si es porque eran gentes con vidas más sacrificadas, ya que las condiciones de vida en los años veinte y treinta eran duras. No fue solo el caso de Bóveda, sino de toda una generación, que fue capaz de ceder muchísimo personalmente. En el caso de Bóveda hizo cesiones absolutas de sí mismo para lograr una Galicia como nación y, sobre todo, pensando en la sociedad. Eso sorprende porque ahora muchas veces vemos como funciona la política y nos damos cuenta de que casi en lo último que piensan es en la sociedad, después lo venderán como quieran, pero esa es la percepción que tenemos los ciudadanos.

-Era una persona muy religiosa.

-Totalmente, era un cristiano de base, profundamente creyente, pero siempre dejó claro que la religión tiene que ser algo personal y privado, no algo que puede imponerse. Nos dio poco tiempo a conocerlo, incluso sus coetáneos, pero pienso que esa base cristiana pudo ayudarle cuando tenía que conciliar distintas perspectivas. Estoy convencido de que esa práctica de cesión de la persona le sirvió. La mezcla de esa clave y de sus ideales para mejorar la vida de las personas y de amor por Galicia explican por qué Bóveda era como era.

-¿Estaba muerto antes de empezar la farsa de consejo de guerra?

-Sí, con él no tuvieron esa tolerancia cristiana. Cuando como abogado defensor le asignaron un militar que pertenecía a los alzados ya se podía anticipar que las garantías de defensa jurídica son absurdas. También conocemos que había una directriz del general Mola de que había que sembrar el terror, coger a los cabecillas y, sin darles oportunidad, con una farsa de juicio, acabar con ellos. ¿Qué se lograba con eso? Que todos pensasen si a Bóveda que lo era todo en la Pontevedra de entonces no tuvo oportunidad, qué sería de un ciudadano cualquiera.

-¿Cómo recibe la familia la rehabilitación?

-Nos emociona porque mi abuela Amalia murió sin verlo, y ella tenía dos objetivos en los últimos años de su vida: que algún día se anulase el proceso, porque estaba muy dolida de que hubiese llegado la democracia y su marido siguiese figurando como muerto por traidor a la patria; y conseguir un 17 de agosto unitario, unido al lado de las víctimas, fuera de partidismos. Estamos en el camino de conseguir los dos, la rehabilitación no anula el proceso, que es un canal judicial que tenemos que seguir, pero es un paso. Por lo demás ¿perdonar a Bóveda? Tendríamos que ser las víctimas quienes perdonásemos al Estado por habernos abandonado.

-¿Tuvo oportunidad de escapar?

-La tuvo, el día en que lo detuvieron durmió en casa de su suegro, no estaba vigilado y pudo huir efectivamente, pero nos quedamos con la duda de si se quedó porque como no había hecho nada creía que tendría un juicio y saldría no inocente pero al menos sin pena de muerte o, sabedor de que le caería la pena de muerte, se quedó igual.

-"Fixen canto puiden por Galicia e máis faría se poidese, se non podo, ata gustaría de morrer con ela". Conmueve oír su declaración y estremece su valor...

-Lo oigo y aún me emociona. Si lo ponemos en el contexto es de una valentía supina. Siempre digo que de todos los que vivimos actualmente aquí volvería a salir un único Bóveda, el resto nos acobardamos y empezaríamos a suplicar "por favor que no me maten". En cambio asumir esa pena, con esa injusticia además, sorprende. Al analizar su trayectoria comprendes que su coherencia lo llevó toda su vida por un camino, por ejemplo, a abandonar la dirección de la Caja de Pontevedra porque el consejo se politiza. ¿Quién hoy renunciaría a un gran sueldo por coherencia?