Galicia vuelve a ser, un año más, las zona más castigadas por el fuego del Estado. A falta de los resultados definitivos por comunidades, los datos avanzados por el Ministerio de Medio Ambiente hasta el 30 de noviembre -después no se han registrado episodios de entidad, a diferencia de lo que ocurrió el año pasado- permiten constatar que una de cada tres hectáreas calcinadas en España se encuentra en territorio gallego. En concreto, en Galicia ardieron hasta el pasado 8 de diciembre -según el balance facilitado por la Consellería de Medio Rural- 20.421 hectáreas, el 32,7% de las calcinadas en todo el Estado, donde, según el avance del Gobierno central, sucumbieron a las llamas hasta 62.380.

Los datos de Galicia no permiten la lectura positiva que ofrece el Ministerio de Medio Ambiente. Las cifras que maneja el Ejecutivo central para todo el Estado muestran que las hectáreas quemadas suponen casi un 35% menos que la media del decenio y serían un 22,1% inferiores a las arrasadas durante el año 2015. En cambio, en Galicia 2016 fue peor: las 20.421 hectáreas que fueron pasto de las llamas este año suponen ya casi un 70% más que las ardidas en 2015, un total de 12.041.

Los datos gallegos también revelan un gran perjuicio en las zonas boscosas. Aunque ardieron 11.044 hectáreas de monte raso frente a 9.376 de arbolado, la cifra de superficie calcinada este año en las zonas de matorral y monte bajo es un 46,7% superior a la que sufría los efectos de las llamas en 2015, pero en las áreas arboladas la superficie afectada se duplica, al pasar de 4.515 hectáreas a 9.376.

Fueron más hectáreas, pero en menos fuegos. Los incendios o conatos ascendieron en la comunidad a 2.364, cuando el año anterior habían sido 2.859. Medio Rural explica que hubo "menos incendios, pero más virulentos", lo que se debió a las condiciones climatológicas que padeció Galicia durante el verano, "el más seco desde que existen registros", aseguran desde la Xunta. Se produjeron grandes incendios, concentrados sobre todo en cuatro jornadas de agosto y otras tantas de septiembre.

Desde el Gobierno gallego apuntan que las altas temperaturas y las fuertes rachas de viento complicaron la extinción. Tampoco ayudó, señalan, que los incendios comenzasen por la noche, cuando los medios aéreos no pueden actuar, a veces con más de un foco y en "algunos muy cerca de núcleos habitados", lo que "indica que detrás de la mayoría estaba la mano del hombre". Medio Rural enfatiza que ante un fuego la prioridad es defender a las personas y sus bienes para luego intentar evitar que se extienda. En esa línea considera que el operativo "funcionó correctamente ante las condiciones excepcionales que vivimos este verano, con numerosas situaciones 2" (proximidad a casas). La Xunta trabaja ahora en proteger la superficie quemada de la erosión, con 6 millones de euros, mientras destinó otros 10 a los afectados.